Los Carnavales en Abancay

Estas fiestas consideradas por la iglesia como paganas, no sé si hasta ahora, se iniciaban en Abancay con el Día de los Compadres, dos semanas antes de la entrada del Ño Carnavalón, y concluía el miércoles de ceniza con el entierro del gigantesco fantoche.

A partir de este momento estaba prohibido el juego, por la iniciación de la Cuaresma, es decir el tiempo de preparación espiritual para la Pascua. La Cuaresma, como se sabe, empieza el miércoles de ceniza y termina el domingo de Ramos, fecha que recuerda la entrada de Jesús a Jerusalén. Se dice que La Cuaresma no solo simboliza los 40 días de preparación para la Pascua, sino también los 40 días de Jesús en el desierto, los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la marcha de los judíos por el desierto. Y, si quieren más, algunos estudiosos del Vaticano dicen que también representa los cuarenta años de retiro de Moisés en el desierto. La cosa es que la Cuaresma es cuarenta días, ni más ni menos, antes de la Pascua.

En el lumen de la virgen del Rosario, patrona de Abancay, se recordaba a los fieles que eran tres las señales que acompañan a este tiempo de purificación del corazón: La Oración, que simboliza el encuentro con el Padre. El ayuno, el encuentro con uno mismo y la limosna, el encuentro con el hermano.

Esta etapa, propicia para la meditación, servía también para hacer un balance de todo lo bueno y malo de nuestras vidas y duraba hasta la llegada del jueves y viernes santos, únicas fechas movibles del calendario, que caen siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril.

Fue en el Concilio de Nicea, en el año 352, que se decidió celebrar la Pascua el domingo siguiente a la luna llena del equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Por eso que el viernes Santo siempre cae en luna llena.

Los curas de la diócesis de Abancay veían con preocupación la fiesta de los carnavales por sus juegos libidinosos que terminaban generalmente en intensas borracheras y fogosas relaciones carnales. Y no dejaban de tener razón porque la mayoría de nacimientos se producía a los nueve meses después de estas fiestas.

El día de los compadres era una buena ocasión para hablar de negocios, del matrimonio de los hijos mayores de 21 años y de nuevos proyectos agrícolas. La celebración duraba hasta el día siguiente. Los invitados que estaban de amanecida eran despedidos con un suculento desayuno que consistía en un aguadito de pato o un caldo de gallina con una buena presa acompañada de morayas y garbanzos. Para darle la condición de “levanta muertos” había que agregarle una pizca de uchucuta. Algunos lo hacían de manera generosa, según decían, para evitar los estragos de la resaca. Y luego de este “resucitador”, calabaza, calabaza, cada uno se iba a su casa.

Los invitados que se retiraban antes del canto del gallo, algunos porque tenían que irse a trabajar y otros por no tener problemas con la esposa, ya no llegaban a disfrutar de este prodigioso plato porque se servía generalmente en la madrugada. Por eso, a media mañana no era raro verlos salir de sus oficinas y darse una escapadita a La Esmeralda, un bar de propiedad de los esposos Tapia, ubicado en una esquina de la plaza de Armas, en los bajos de la casa de la familia Garay Vallenas. Allí mataban la resaca con ron Cartavio, poquita Coca Cola para no aguar el trago y unas gotas de limón. Y los más duros se iban donde La Vicky para templar los nervios con un buen cañazo. En estos wariques o en cualquier otro local, se terminaba de amarrar los muñecos saboreando alguno de los exquisitos platos de la tradicional cocina abanquina, como tallarines con gallina, chicharrones, caldo de cabeza o un delicioso estofado de lengua. Y para mitigar la inaguantable sed “del día siguiente” una cerveza, Cuzqueña o Cristal, no importaba la marca, con tal que esté al polo.

En ese tiempo la cerveza todavía se vendía por fardos y las botellas se envolvían con cartuchos de totora para que no se rompan en el transporte. El aguardiente provenía de las haciendas San Gabriel, Carmen, Illanlla y Pachachaca, destilado en alambiques de cobre y a fuego lento atizado con leña de huarango, sin tomar en cuenta la tala indiscriminada de esta especie.

¡Qué buen trago! El malo venía de la costa porque no era otra cosa que alcohol metílico rebajado con agua.

En los hogares acomodados se bebía vino de Villa Gloria y cuando este se agotaba se recurría al vino proveniente de los ricos viñedos de Ica, de insustituible calidad.

La mayor parte de la población tomaba chicha de jora, preparada por las hábiles manos de las bellas abanquinas, entrenadas en mil quehaceres y diestras desgranando las mazorcas del maíz morocho, que luego se soleaba a la intemperie. Para elaborar esta popular bebida se utilizaba solo una parte de estos estupendos granos, de acuerdo a la cantidad que se necesitaba, el resto se guardaba en las markas para que el humo de las jonchas mejore su sabor.

La preparación de la chicha era todo un ritual que se cumplía celosamente desde la época de los incas. Se empezaba esparciendo el maíz desgranado sobre una manta extendida bajo el sol que luego se cubría con yerbas de olores fuertes como el chamico. Y después de rociarle abundante agua, para remojar los granos, se tapaba con otra manta que se presionaba con piedras para que no deje pasar el aire y al mismo tiempo conserve su peculiar fragancia. En ese estado, el maíz dormía por un mínimo de tres días. Transcurrido ese tiempo se destapaba y se hacía secar al sol para luego triturarlo en un batán de piedra, ni tan fuerte que lo convierta en harina, ni tan suave que lo deje entero. En ese estado de granulación, el maíz se hacía hervir en agua y un poco de borra, que no era otra cosa que el concho o sedimento de una chicha anterior y nuevamente se dejaba dormir por un periodo más corto, generalmente de un día para el otro. Después de hervirlo a fuego lento, era vaciado a las tinajas hechas con arcilla de Puca Puca, donde reposaba hasta alcanzar el punto exacto de fermentación.

La chicha se servía en caporales y solo después de comprobar sus bondades “espirituales» y su cuerpo espumoso. Esta receta se aplicaba en casi todas las chicherías y en las mejores picanterías de la ciudad como El Carrizal de Washinton “apasanca” Vargas, la Picantería de Edubiges y La Vicky, esta última ubicada en La Granja. En la chicharronería “Arpachayocc” de la señora Bravo de Rueda y “El Mariño” el bar donde morían los valientes, no era extraño ver a algunos clientes mejorar sus caporales añadiéndole una copa de pisco o medio vaso de cerveza para entonarse más rápido.

El día de las comadres, los caballeros aprovechaban la oportunidad para colmarles de atenciones y gastarles algunas bromas a las madrinas de sus hijos o a la madre de su ahijado, según el caso. En la víspera, aprovechando las sombras de la noche, colgaban frente a sus casas grotescas muñecas hechas con trapos y vestidos viejos. Y al medio día las visitaban llevándoles bebidas «espirituosas» como una contribución para el éxito de la fiesta. Las comadres, a su vez, acostumbraban recibir a sus compadres y a sus ninvitados con picantes de berros y atajo y suculentos platos típicos como el timpu (Sancochado o puchero), conocido en Europa como sopa de tropa, porque era el alimento habitual que preparaban los soldados en la Segunda Guerra Mundial, poniendo en un solo perol todos los ingredientes que encontraban a su paso.

Si el día de las comadres llovía, era presagio de un buen año y de buenas cosechas. Cuando esto ocurría, la mayoría de invitados se quedaba en la reunión hasta el día siguiente, comiendo y bebiendo como dios manda. De lo contrario, la fiesta terminaba antes de la salida del sol.

Otra de las actividades que se esperaba con gran expectativa era la entrada del Ño Carnavalón, personaje representado por un gigantesco muñeco hecho con carrizos y papel de bolsas de azúcar, que se pegaba con engrudo “para que quede bien tieso” porque solo así podía resistir la pintura. El fantoche era paseado por las principales calles a los compases de la banda Villar y, en cada parada, un pregonero leía un bando municipal por encargo del señor Alcalde, anunciando el inicio oficial de las fiestas. En la proclama también se pedía que todos se diviertan para asegurar un año de generosas lluvias, abundantes cosechas y prosperidad para todos los habitantes.

En algunas provincias, se practicaba el accllapuy, ritual a través del cual se escogía a la pareja, previo al sirvinacuy, es decir al periodo de prueba matrimonial. Y recién, si las cosas funcionaban bien, las parejas se iban al altar para “unirse hasta que la muerte los separe”.

Los jóvenes, también competían en el Ceccollo y el liwi para demostrar su resistencia al dolor. Estas pruebas consistían en propinarse latigazos y golpes en las piernas y tobillos. Naturalmente que el ganador era “el más macho”, por no decir el más borracho.

El sábado y el domingo de carnavales, eran los días más esperados porque se desarrollaban los mejores números del programa y se daba rienda suelta al juego con agua, talco, betún y colorantes. Al medio día se almorzaba el tradicional timpu y en la tarde se asistía al gran corso y desfile de carros alegóricos con la participación de la reina y sus damas de honor.

Al caer la tarde, después de las yunzas, salían las comparsas de los distintos barrios, para trabarse en un contrapunto de danzas y canciones en su recorrido por las principales calles de la ciudad. Esta rivalidad también se daba en la exhibición de trajes típicos, donde los varones aprovechaban la ocasión para lucir sus ponchos de vicuña, chalinas tejidas y sombreros negros. Y eran capaces de pactar hasta con el diablo en su afán de conquistar a las damas. Para empezar el ritual del enamoramiento les entregaban un pedazo de serpentina con un mensaje impreso. Ellas a su vez les respondían con otra serpentina de conversación, mostrándoles su mejor sonrisa y luciendo sus mejores polleras, bellamente bordadas con hilos dorados, llicllas multicolores sujetadas con prendedores de plata, sombreros blancos con cinta negra que perenniza el eterno duelo por la muerte de Micaela Bastidas. Completaban este bello atuendo luciendo sus botines de charol.

Cuando se encontraban dos comparsas rivales se trababan en una interminable competencia de canciones, en cuyas letras se hacía gala del ingenio, la sátira, picardía y el infaltable humor abanquinos. Se cantaba en quechua y español con el acompañamiento de guitarras, mandolinas, quenas y tinyas y se jugaba con serpentinas, picapica, harina y colorantes. Los varones provocaban a las damas pintándoles el rostro con talco y ellas se defendían con el mata sonso, una bola hecha con una media de nylon llena de harina. Y pobre de aquel que caía en sus manos, lo agarraban a golpes hasta dejarlo “medio lonlo”, momento que aprovechaban para pintarle el rostro con lápiz labial y de paso hacerle comer algunos gramos de harina.

El contrapunto de canciones se iniciaba generalmente con el tema símbolo de los carnavales abanquinos, cuya traducción es más o menos así…

Recién estoy llegando,
Acompañado de la lluvia y el viento.

Tú con cascarones, yo con serpentinas,
Qué bonito jugaremos estos carnavales.

Apenas le daban pie, para intervenir, el grupo rival respondía con otro tema…

Yau yau, puca polleracha (bis)
Imatan ruhuanqui chaqray ucupi
Aichata ruhuanqui saray ocupi.

Mamayquimasi Huillaycamusaq
taitayquimansi huillaycamusaq
saray ujupi ruasqaiquita.
saray ujupi Qoospasqaiquita.

Y así continuaba el contrapunto de canciones ocurrentes que hacían desternillar de risa a los más serios y al mismo tiempo los obligaban a responer a sus rivales…

Abanquinita color de la luna,
abanquinita, color de la perla,
ojitos negros, nariz perfilada,
cara redonda lunarejita.

Si tú me quieres mándame una carta,
dentro de esa carta manda tu retrato,
entonces si sabré que me quieres
con todo el alma, vida y corazón.

Los contrincantes esperaban disciplinadamente que sus rivales finalicen, para arrancar con el punteo de la guitarra, seguido del charango, la quena y otros instrumentos.

Cholita apurimeña, toma mi retrato
cuidado con que lo pierdas
como me has perdido.

A medida que se iban caldeando los ánimos las frases también iban subiendo de tono.

Los casados a su casa,
los solteros a la calle,
divorciadas a la ronda.

Cinco por ocho, cuarenta,
cuarenta cholas yo tengo,
contigo cuarenta y uno
y a ti solita te quiero.

Cuarenta, cincuenta
sesenta… ochenta,
todas las muchachas
corren por mi cuenta.

Del aire estoy enamorado,
del aire de aquella muchacha.

Verde romerito, morado florece
amor traicionero
nunca permanece.

A todos andas diciendo
que yo no llevo pantalones,
palabras sacan palabras,
tampoco llevas calzones

Verde tumbo, verde tumbo,
A las muchachas yo las tumbo.

Cuando se muera mi suegra
me voy a poner de luto
una camisa colorada
por esa vieja condenada.

Una monjita bonita
se ha divorciado de Cristo
ahora qué dirá el curita
por este mal imprevisto.

Y, antes que las cosas se pongan color hormiga, desde los balcones se lanzaban serpentinas y pica-pica. Algunos se animaban a bajar con una botella de cerveza en la mano, como una cortesía. Pero, generalmente salían mal parados, yo diría bien parados, porque luego de ser blanqueados con talco eran obligados a entrar en el ruedo para cantar y bailar hasta quedar exhaustos, por no decir trapos, en el lenguaje popular.

Menos mal que a esa hora ya no se permitía jugar con agua, ni cascarones, como sucedía al medio día cuando el sol quemaba. Claro, a pleno día el agua era bendita pero, en las noches, si no era aguardiente, era maldita.

Cuando el calor se ponía insoportable, la cosa era diferente. La gente en lugar de molestarse, clamaba…

– ¡Agua…agua… agua!

Y por supuesto que la respuesta era un baldazo del refrescante líquido. Aunque no siempre era «agradable» por las sorpresas que a veces contenía el líquido.

Una comisión nombrada por la municipalidad era la encargada de confeccionar el programa de festejos, con facultades para autorizar las yunzas, organizar los concursos de belleza, los pasacalles y bailes sociales, con el propósito que estas actividades no se realicen en las mismas fechas y en los mismos horarios. En la semana que duraba las celebraciones no se trabajaba. Con tanta yunza cómo se iba a trabajar, más bien faltaba tiempo para cumplir con todos los compromisos.

¿Volverán esos tiempos? Ojala, Pienso que es una responsabilidad moral y cultural de la municipalidad y de todas las instituciones abanquinas conservar nuestras costumbres, no solamente como un homenaje a nuestros antepasados, sino como una forma de promocionar nuestras danzas y costumbres, así como el turismo.

12 respuestas to “Los Carnavales en Abancay”

  1. noemi Says:

    Deseo saber cuáles son las frases o dichos célebres abanquinos, qué expresiones nos caracterizan, quechuismos y arcaismos en nuestro lenguaje. Le agradecería su respuesta ya que necesito saber todo respecto a nuestra ciudad.

    • herberthcastroinfantas Says:

      Hola Noemí. Me alegra mucho que estés interesada en estos temas que son parte de la idiosincracia abanquina. He utilizado algunos arcaismos y expresiones propias de nuestra tierra en mis cuentos que los puedes leer en la sección Páginas de este mismo blog. Asimismo, he visto algunos dichos célebres en las «Intrascendencias» que escribe Hugo Viladegut en la revista La Voz de Apurímac dirigida por Benigno Valdiglesias, Su correo es Bvaldiglesiasc@hotmail.com y su teléfono en Lima 2419010.

      Que tengas suerte.

  2. noemi Says:

    Muchas gracias por la respuesta y le deseo lo mejor porque lo que Ud. hace es indentificarse con este pueblo tan hermoso. Yo soy de andahuaylas pero me siento mas abanquina que cualquier abanquino. Gracias.

  3. Gratamente sorprendida con este magnífico blog, me ha sumergido en el Abancay de mi niñez y juventud, te felicito con todo cariño mi buen Herberth, sigue adelante con ese mismo dinamismo y excelente talento para escribir. nTu amiga Chepita Segovia B. Says:

    Espero seguir leyendo tus valiosos aportes a la conservación de nuestras ricas tradiciones, particularmente abanquinas.
    Me siento muy orgullosa de todo lo que has hecho por preservarlas y mantenerlas vivas en la memoria y el corazón de los abanquinos y apurimeños en general.
    Estaré más atenta a tus posteriores publicaciones.
    Un genial abrazo a tu hermosa familia.
    Chepita Segovai

  4. Juan Miguel Says:

    Herber .. hola…Una consulta dónde puedo escontrar esa música? he buscado en el Youtube pero nada.. no hay,, puedes pasarme algunos links..

    Gracias saludos

    • herberthcastroinfantas Says:

      Hola Miguel:
      Varios de los temas han sido grabados por cantantes y grupos abanquinos en estudios no muy conocidos y su venta se hace generalmente en forma directa. Sin embargo, la mayoría de compradores los adquieren en los mercados feriales. Otros los han colgado en la web. trataré de conseguirte las direcciones electrónicas.

  5. alfredovasquez Says:

    Te envio un enlace de cuentos, alli hay un cuento sobre los potajes de Abancay que quiero compartir contigo.

    Saludos

    • herberthcastroinfantas Says:

      Apreciado Alfredo:

      Originales y lindas las historias que cuentas. Me han transportado a ese Abancay de mi época, siempre maravilloso y deslumbrante, de hermosos lugares, costumbres y deliciosa culinaria. Felicitaciones. Un abrazo

  6. 000111 Says:

    Los carnavales de nuestra querida tierra abanquina ya es declarada Patrimonio Cultural de la Naciòn, orgullo para todos los Abanquinos que impulsamos nuestra identidad cultural. Le quiero comentar yo soy Cleofe Monzòn Camacho, vengo bailando durante 25 años en la entrtada del Ño Carnavalón en la Ciudad de Abancay. Vivir este momento es indescriptible.
    Soy, además, impulsura de nuestra comida tìpica, como el Cuy relleno con papa, canchita y uchucuta, tallarines hechos en casa, con gallena de corral, igualmente los ricos chicharrones y ahora último el ponche de almendra, que por ser único en su genero, es el PONCHE ABANQUINO.

  7. david Says:

    Buenas, una consulta, quién canta este carnaval?: “si tu marido es celoso, dale un pedazo de hueso, mientras vaya cascando, vámonos a andar conmigo.»

    • herberthcastroinfantas Says:

      A quien escuché cantarlo varias veces es a Pepe Garay. Me parece que también lo canta Pablucha Venero. Igualmente el conjunto «Los Campesinos».

  8. david Says:

    Gracias, pero te acuerdas como se llama el carnaval, el tema?, agradeco tu respuesta.

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