Mientras Marithza y yo desempacábamos las delicadas piezas del bello nacimiento de los cuellos largos hecho por las maravillosas manos del desaparecido artista Hilario Mendivil, luego de un año de estar guardadas, pensaba en la última entrevista que le hice a este extraordinario imaginero cusqueño para un programa muy que tenía en radio La Hora. La transmisión se hizo justo un día antes del Santuranticuy, la feria artesanal navideña más grande del Perú, que tiene lugar cada 24 de diciembre en la plaza del Auccaypata (Plaza Mayor del Cusco), hasta donde acostumbran llegar cientos de artesanos para exponer sus trabajos. Al menos así era en mis tiempos.
A Hilario lo conocí en su casa-taller de la plazoleta San Blas 634, ubicada a pocos metros de la casa de otro grande del arte, Edilberto Mérida, el imaginero de las esculturas grotescas, en la época en que yo estudiaba en la Universidad San Antonio Abad. Al lado de él se hallaba su esposa Georgina, siempre atenta a la entrevista y recordándole algunos detalles que el artista ya los había olvidado, sin dejar la masilla y el pincel que manejaban sus diestras y encallecidas manos. Y claro, sin dejar vigilar y dirigir en el delicado arte de la imagenería a sus dos aún adolescentes hijas.
-Papito, ya no tengo niños manuelitos- Me dijo Georgina con su acostumbrada amabilidad, disculpándose por no haber podido cumplir con mi encargo, por falta de tiempo. La comprendí, el Santuranticuy estaba por llegar y le daba los últimos toques a sus santos de cuellos largos para exhibirlos en la Plaza Mayor.
– Tu nacimiento (Misterio) está listo si quieres te lo llevas ahora mismo. Lo único que falta es el niño. Puedes completarlo con un niño de Olave. Es muy lindo y tiene el paladar de espejo.
Hilario y Georgina se habían convertido en mis grandes amigos de tanto frecuentar su vivienda porque no había amigo que llegaba de Abancay o Lima que no le recomendaba se compre algún objeto hechos por sus maravillosas manos. En la radio y en el diario El Sol, donde también laboraba, casi siempre me ocupaba de sus extraordinarios trabajos. Sin embargo, no faltaban algunos conservadores que discrepaban por su estilo de hacer las figuras religiosas con los cuellos largos. Les parecía una deformación de las imágenes sagradas y no una expresión de un arte original.
Peores críticas recibía Mérida. Sus Cristos deformes, grotescos, salidos de lo normal, no eran bien recibidos por algunos miembros del clero y cucufatos de la época. Y él lo sabía, por eso seguramente no tenía muchos amigos curas ni pertenecía al movimiento familiar cristiano.
El río de conocimientos que Hilario eadquirió le llegó de dos fuentes, de mutuo propio y por influencia de su esposa Georgina, ya que por las venas de esta extraordinaria mujer corrían los genes de grandes imagineros que vivían esparcidos a lo largo ´del Vilcanota, especialmente en Canchis. Sin embargo, la Virgen, San José, los Reyes Magos y los ángeles arcabuceros, todos de cuellos largos, nacieron de las manos de ambos. Eran producto de su imaginación y su deseo de diferenciarse de los demás artesanos.
-Al principio fue duro. Nadie nos compraba nuestros trabajos porque decían que nuestros santos eran feos.¿Por qué les alargan los cuellos si así no eran los santos?- Nos decían.
Y pensar que, antes, sus obras no valían nada. En cambio hoy, valen una fortuna. Eso les pasa a la mayoría de artistas. Los grandes artistas generalmente no disfrutan del éxito de sus trabajos porque los valoran cuando ya están muertos. Pasó con muchísimos escultores italianos y españoles. Cuandio estaban vivos sus trabajos valían apenas unas cuantas pesetas, hoy valen millones de euros.
Y eso nos hace pensar que cuando algo se hace con pasión y amor, trasciende en el tiempo y va más allá de la vida. Seguramente que si el amor de Jesús no hubiera sido tan grande, al extremo de dar la vida por la salvación del hombre, nadie se acordaría de él y la humanidad hubiera desaparecido de la faz de la tierra enfrentada por el odio.
Y es precisamente eso lo que estamos perdiendo los hombres de hoy: Amor…al prójimo, al trabajo, a la naturaleza, a la madre tierra.
Hoy que celebramos una Navidad más vale la pena reflexionar en la importancia del amor. No podemos negar que hay más odio que amor en el corazón de los hombres y por eso hay más conflictos, más discriminación, exclusión, olvidos, injusticia, indiferencia, inequidad y todos los males que azotan la tierra.
El mundo necesita amor para salvar diferencias, perdonar injurias, comprender al hermano, al amigo y al compañero de trabajo. Amor para evitar que mueran de hambre millones de niños, para socorrer al necesitado, evitar que indefensos menores sean abusados por sus propios padres, sus propios consejeros religiosos y hasta por sus propios maestros.
El mundo necesita amor, no armas, para evitar que desquiciados asesinen a niños inocentes, para evitar que jóvenes mueran bombardeados tal como está ocurriendo en Siria, ante la indiferencia de todos. El mundo no necesita más cárceles sino más escuelas y hospitales. No necesita de más industrias sino de más tierras de cultivo. No necesita más armas sino más árboles. La juventud no necesita más televisión basura sino campos deportivos, necesita moverse y no estar sentado delante de una pantalla, necesita todo aquello que contribuya a su formación moral y espiritual.
Amor no es dar limosnas sino trabajo. Y ser rico no es tener más dinero sino más amor.
Que en esta Navidad Jesús haga renacer ese gran amor que todos los hombres tenemos oculto. Que la brasa de la esperanza que se extingue en muchos corazones se avive y la inteligencia de nuestros gobernantes, de los poderosos y de todos los que tienen en sus manos los destinos del mundo, se ilumine.
Por mi parte, deseo entregarles, a mis lectores y amigos, todo mi afecto y gratitud por acompañarme en este viaje por el ciberespacio. Feliz Navidad.