En un controversial fallo de hace solo unos días atrás, el Tribunal Constitucional (TC) emitió una sentencia en el sentido que «la presencia de símbolos religiosos como el crucifijo o la Biblia que se encuentran histórica y tradicionalmente presentes en un ámbito público, como en los despachos y tribunales del Poder Judicial, no afecta la libertad religiosa ni el principio de laicidad del Estado», declarando así infundada la demanda de amparo interpuesta por el abogado Jorge Manuel Linares Bustamante, que reclamaba el retiro de los crucifijos y la Biblia de los juzgados y tribunales del Poder Judicial.
Esta resolución coincide con el fallo de la Corte Europea de Derechos Humanos con sede en Estrasburgo del 18 de marzo pasado que establece que los crucifijos pueden quedarse en las aulas de las escuelas públicas italianas porque no violan el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones, ante un reclamo de un grupo de ciudadanos no católicos, para retirarlos.
“Nosotros tenemos un estado aconfesional o laico como regla, pero la propia Constitución ha establecido en el artículo 50 que dentro de este régimen de independencia que tiene el estado con la Iglesia, la Iglesia forma parte del acervo histórico, cultural y moral del Perú y por lo tanto le presta su colaboración». Dijo el juez Eto Cruz y agregó:
«Históricamente, nadie que esté en su sano juicio puede negar la presencia de España en América Latina que vino con el idioma y el acervo religioso. Eso forma parte de nuestra formación cultural», señaló a ACI Prensa.
La Biblia y el crucifijo en un despacho judicial, explicó el juez Eto Cruz, no son un referente de «confesionalidad sino que se refieren al entroncamiento histórico cultural de estos símbolos en el Estado como tal».
Como era de suponer, esta sentencia ha puesto el tema sobre la mesa de discusiones donde unos defienden la posición del TC y otros la rechazan porque consideran que no fue una sentencia democrática sino sectaria y discriminatoria olvidando que hay otras religiones igual de importantes que la católica, como la evangélica que tiene cerca de cinco millones de seguidores en el país. Claro que existen más, entre ellas la protestante, budista, islamita, adventista, musulmana, indú y otras confesiones como los Hare Krhrishnas, anglicanos, mormones, testigos de Jehová y otras más. Tampoco se ha contemplado la posición de los agnósticos y ateos, que tienen todo el derecho del mundo de ser respetados.
Entonces ¿Por qué los seguidores de otras confesiones tienen que jurar ante la Cruz y la Biblia y no ante el Corán o cualquier otro símbolo? ¿Por qué en los salones de los planteles educativos, donde hay alumnos de distintas religiones, se colocan solo símbolos católicos?
Es verdad que en la actualidad el catolicismo es mayoritario, seguido por casi un 75% de la población peruana. En su época, fue la incaica, religión que desapareció con llegada de los españoles en 1532, la más numerosa de nuestra historia. Esto no quiere decir que no haya otras religiones a las cuales hay que respetar si realmente queremos vivir en democracia y deseamos convivir en paz con las minorías. Eso mismo lo propicia la Constitución del Estado que señala claramente que en Perú hay libertad de cultos. ¿Se justifica que en las entidades estatales haya solo imágenes católicas? Si nos jactamos de demócratas ¿por qué no permitir, por ejemplo, que se coloque la imagen de Buda en las entidades públicas?
Recordemos que la religión incaica era seguida por más de diez millones de habitantes y tenían como su máximo dios al sol (Inti), seguido de la tierra (Pacha Mama), la luna (Quilla) el agua, el fuego, y en fin la naturaleza misma. Lo que ocurrió fue que los españoles impusieron su religión atropellando y prohibiendo la incaica. Y quienes no se convertían, porque muchos no sabían el idioma español y no entendían lo que les decían, eran llevados a los tribunales de la santa Inquisición. Allí, después de ordenar su tortura, los ejecutaban y luego se apoderaban de sus bienes. Para recordar este penoso episodio de nuestra historia basta con visitar el convento de san Francisco en el centro de Lima, donde aún se conserva la sede de este nefasto tribunal que funcionó hasta 1822 en que se abolió.
Este fallo del TC trae al recuerdo otro privilegio que tiene la religión católica en nuestro país, el Concordato firmado por el gobierno peruano y el Vaticano en la época del Gral. Francisco Morales Bermúdez, donde se establece una serie de beneficios para los obispos y sacerdotes, a quienes se les considera como funcionarios del estado, con jugosos sueldos que son aplicados al presupuesto del Ministerio de Justicia, con derecho a jubilación y pensión. Y como si esto fuera poco, la jerarquía eclesiástica tiene un trato preferencial. La iglesia también recibe fondos para el funcionamiento de sus locales educativos, templos e instituciones de otra índole. Está exonerada del pago de impuestos y nadie controla sus ingresos por los bienes que alquila o vende.
Todo eso puede estar bien, siempre y cuando nos sobre la plata.
Con la ley de Igualdad y Libertad Religiosa aprobada por la Comisión de Constitución del congreso, se quiere legalizar el famoso Concordato firmado por Morales Bermúdez con el pretexto que las otras religiones también tengan los mismos beneficios. La verdad es que ninguna debería de tener estos privilegios en un país donde lo que más se necesita es precisamente de más fondos para bajar la extrema pobreza, prestar mejores servicios de salud y atender la alimentación de los niños desnutridos.
A propósito, a ningún candidato presidencial se le ha ocurrido hablar de estos temas, mucho menos del aborto, del matrimonio de los homosexuales y el combate al narcotráfico. Los candidatos han preferido escoger el camino de la payasada, asistiendo a programas cómicos, espacios faranduleros y recorriendo las calles a ritmo de huayno, cumbias y otros ritmos que ni siquiera lo saben bailar bien. Para colmo, se visten con trajes típicos de todos los lugares que visitan por más que no les quede bien ni para un baile de disfraces. Completando su show, los candidatos a la presidencia desfilaron al Arzobispado para recibir las bendiciones del Cardenal y luego todos, justos y pecadores, salieron felices con su rosario en la mano. Así están las cosas.