La rebelión de los muertos

En las frescas noches abanquinas, unas veces estrelladas y otras lúgubres como las noches de Pensilvania, aquella misteriosa ciudad que Bram Stocker la utilizó de locación para escribir su novela de terror «Drácula», en 1897, el viento soplaba las hojas de los árboles en la Quinta Infantas de propiedad de mis abuelos, dando inicio a una sinfonía de silbidos que a algunos  de mis familiares les ponía los pelos en punta y a otros les producía una sensación de frío.

La propiedad era tan grande que para salir de sus linderos  había que caminar un buen trecho. En cambio, para ir al Cementerio de Condebamba, solo teníamos que cruzar el río por un puente maltrecho, tendido a la altura de la piscina municipal, que a menudo se desplomaba por el aumento del caudal de las aguas, sobre todo en  la época de lluvias. Y en la época de estío, entre junio y setiembre, sus aguas estaban  casi muertas.

El ingreso a la planta principal de la vivienda se hacía por un largo callejón dividido en dos tramos. El primero se iniciaba en la Av. Núñez, formado por un cerco de piedras, cabuyas y pencas, que terminaba a la altura de un horno que se utilizaba solo en contadas  ocasiones, la mayor parte del tiempo estaba abandonado, desde la muerte del panadero. Este lugar era tan tenebroso como una cueva de murciélagos.

A diferencia del primero, el segundo tramo del callejón era diferente, más acogedor. Inspiraba seguridad  porque estaba formado por una interminable hilera de árboles frutales.

Después de la muerte de Valderrama, un empleado mil oficios, a quien siempre lo llamaban por su apellido por eso nunca me enteré de su nombre de pila, nadie se atrevía a ocupar este macabro recinto porque, alrededor de su muerte, se tejió una insólita historia que a los niños nos ponía los pelos de punta, sobre todo porque esta parte del camino estaba a la misma altura del cementerio, si bien es cierto separado por el  río, pero en línea recta parecía estar a un paso.

Para mi primo Mario y para mí, Transitar por este callejón en horas de la noche, era un verdadero vía crucis porque no solo teníamos que escuchar los ruidos de las alimañas que salían de sus escondites sino por la oscuridad reinante, porque no tenía ni un foco que lo alumbre.. En cambio el  segundo tramoera como el camino que conducía al edén, si realmente existe, porque estaba formado por árboles de duraznos, nísperos y naranjos, cuyas flores despedían un exquisito aroma y además contaba con iluminación, aunque no muy buena porque la tenue luz provenía de un foco de apenas 50 watts colocado a la entrada de la casa, pero lo suficiente como para darnos cuenta dónde poníamos los pies y no pisar alguna serpiente o una tarántula y, además, nos permitía ver, al paso, algunos frutos que estaban al alcance de nuestras manos, para cogerlos y comerlos.

Valderrama, era el encargado de la vigilancia de esa parte de la quinta porque, de la otra parte se encargaban dos grandes perros, Rafles y Nerón, tan bravos que ningún extraño se atrevía a asomar las narices.

El cuidante tenía una habitación al costado del horno. Se sentía  muy contento con su trabajo porque, de acuerdo a su filosofía de vida, «mientras no llegue algo mejor, hay que disfrutar de lo que se tiene».

Sus grandes amores eran la música y la naturaleza. Parecía el hombre más feliz del mundo cuidando los árboles y toda la vegetación de esa parte de la quinta, sobre todo dos inmensos árboles, un nogal y una magnolia, que los había plantado detrás del horno el día que empezó a trabajar cuando aún era un mozalbete.

Pasado el tiempo, no obstante de su avanzada edad, aún se seguía trepando a estos gigantescos árboles para cosechar nueces y arrancar las flores de la magnolia por encargo de mi abuela Adelina. Nunca hacía faltar pan caliente en la panera ni magnolias en el florero. Así expresaba su afecto y lealtad a mis abuelos.

Otra de las cosas que jamás dejaba de hacer mientras elaboraba pan, era escuchar radio, y lo hacía a todo volumen, no por ser sordo sino porque creía que la música ahuyentaba a los malos espíritus. Era un fanático de “Sol en los Andes” el histórico programa folclórico de radio El Sol, conducido por Luis Pizarro Cerrón, un peculiar personaje nacido en Acobamba, Tarma, la tierra de las tarumas.

Valderrama se vanagloriaba de conocer en persona a la Pastorita Huarasina a quien admiraba entrañablemente porque, según contaba, era la artista que mejor cantaba en ese tiempo, y con mucho sentimiento. Se sabía de memoria las letras de sus canciones como / Quisiera quererte / Malvasina / A los Filos de un Cuchillo / y / Mujer Andina /.

–Cuando la Pastorita actuó en el club Tenis de Abancay tuvo la gentileza de estrechar mis manos – Se vanagloriaba– Lo juro, hasta me saqué una fotografía con ella que me costó un ojo de la cara porque el fotógrafo Cabrera me dijo que esa toma valía por tres, pero le pagué con gusto – Comentaba emocionado cada vez que se reunía con sus amigos en el pintoresco barrio de Chuspipata a donde acudía para libar chicha y un “patibamba libre”, el trago de moda de esa época.

De tanto escuchar radio se convirtió en un gran conocedor del folclor nacional. Se sabía al dedillo los nombres y sobrenombres de los intérpretes y compositores entre ellos de Miguel Angel Silva Rubio conocido más como “El Indio Mayta” quien, con gracia y estilo, cantaba el tema “Matarina” tocando su tamboril. También hablaba del cantante y compositor Juan Bolívar Crespo, autor del tema “Jauja, Qué Dulzura”. Comentaba de la revelación artística de aquellos años, la aún adolescente Angélica Harada llamada “La princesita de Yungay”, de quien decía que en el futuro sería una gran estrella, y no se equivocó.

Valderrama, estaba bien enterado de los triunfos de los artistas en los coliseos Nacional y Dos de Mayo de Lima, como Ernesto Sánchez Fajardo el conocido Jilguero del Huascarán, quien en 1979 llegó a ser miembro de la Asamblea Constituyente

A través de la radio, seguía los pasos de Zoila Augusta Emperatriz Chavarri del Castillo, conocida más como Yma Sumac, nacida en Ichoacán, Cajamarca en 1924 aunque, según una partida que últimamente se encontró en la municipalidad del callao, aparece como nacida en el puerto.

Contaba que, cuando Yma Sumac era aún muy jovencita, fue invitada a un programa que dirigía Moisés Vivanco en radio Nacional-Allí se enamoraron y luego se casaron -Pero su matrimonio duró solo diez años. En 1961 hizo una gira por 40 ciudades de la entonces Unión Soviética invitada por Nikita Krushev. A su regreso le negaron el teatro Municipal porque quería presentar de teloneros a los acróbatas de un circo ruso y se molestó. Yma Sumac triunfó también en Londres y Nueva York cantando Vírgenes del Sol y Wifala, temas que le dieron prestigio. Murió el 2008 en Los Angeles como consecuencia de un cáncer al colon.

En sus rociadas reuniones con sus amigos, Valderrama asimismo hablaba de los éxitos de los hermanos Alejandro y Raúl García Zárate, eximios guitarristas ayacuchanos, que hacían llorar a medio mundo cada vez que tocaban Adiós Pueblo de Ayacucho.

Y cuando ya estaba bastante animado por efecto de los tragos se ponía más lúcido y hablaba de los Errantes de Chuquibamba, el trío conformado por Antonio Alarcón, Plinio Mogrovejo y Gilberto Cueva, que popularizó el tema “Río de Arequipa”.

Era toda una enciclopedia del folclor. Narraba cada lugar y cada actuación con tal precisión que nadie dudaba que conocía esos lugares, sin haber estado jamás en ninguno de esos sitios que mencionaba. Y sus amigos se lo creían y lo escuchaban con la boca abierta.

Como amante de la música del Perú profundo, Valderrama jamás dejaba de escuchar “Sol en los Andes” el espacio cedido gratuitamente al conductor Pizarro Cerrón por la familia Miró Quesada, propietarios del Diario El Comercio. Tampoco se perdía el radioperiódico El Mundo de radio Victoria en la voz de Juan Ramírez Lazo. De esa manera, también estaba al día con las noticias.

Hasta que una mañana del 2 de noviembre el viejo panadero fue encontrado muerto al pie del horno. Tenía en una mano su paleta y en la otra una lata que la utilizaba para hornear los panes.

Sobre las causas de su deceso se especuló mucho no obstante que la autopsia a cargo de un médico legista había determinado que el fallecimiento se debió a un infarto fulminante. Sin embargo en la ciudad corría otra versión.

Se decía que, en los primeros minutos del día 2 de noviembre los muertos, enterrados en el cementerio de Condebamba, cuyas almas seguían penando en el purgatorio por la gravedad de sus pecados que aún no les perdonaban, se habían levantado de sus tumbas y habían salido en busca de alimento. Por eso en la víspera se acostumbra en algunos lugres dejar un vaso de agua y un pan la noche del Día de Todos Santos,

Luego de cruzar el barranco de Condebamba, por un puente imaginario, los difuntos se dirigieron hasta las puertas del horno, unos caminando y otros a rastras. Sus cuerpos cubiertos de harapos despedían un olor nauseabundo por el proceso de descomposición, hecho que fue constatado por algunos vecinos que a la media noche se despertaron asqueados pero, por temor no se atrevieron a salir de sus casas.

Apenas llegaron al horno, los muertos empezaron a golpear insistentemente la puerta. Al segundo llamado, el panadero que a esa hora recién terminaba de hornear los panes, salió presuroso pensando que se trataba de alguna emergencia pero, grande fue su sorpresa, decenas de muertos empezaron a hacerle señas con sus manos sin pronunciar palabra alguna.

Al verse inmerso en tan horrible escena, casi se desmaya. Se puso pálido como una cera y no le quedó otra cosa que ofrecerles todos los panes que había elaborado hasta ese momento. Como el alimento no alcanzó para todos, los cadáveres que se quedaron con las manos vacías, se enfadaron.

Entretanto, el radio sonaba a todo volumen…

–Señora, señor, limpie sus bronquios con Breacol. Es bueno para el alivio de las afecciones que resulten de los resfriados, como la tos, ronquera, carraspera, irritación y sequedad de la garganta. Tome Breacol y quedará como nuevo.

Luego siguieron las noticias.

–La protesta de los trabajadores de la beneficencia pública de Lima, en las calles en demanda de aumentos salariales se repitirá hoy en la mañana, según lo anunciaron sus dirigentes. Los quejosos se preguntan: ¿A dónde irá a parar todo el dinero de la lotería? Los dirigentes señalaron que los ofrecimientos de la entidad huelen a perro muerto.

Al escuchar la última frase, los muertos creyeron que los estaban insultando y levantaron sus brazos en señal de protesta.

– ¡Un momento! ¿De dónde voy a sacar más pan? – Gritó Valderrama.

Los muertos no le  respondieron. Solo lo miraban fijamente con los ojos exaltados y sus caras horribles….de muertos. Y en vista que se mostraban cada vez más agresivos, el panadero, jugándose el todo por el todo, gritó:

– ¡Alto! Ya les dije que no hay más pan. Además, ustedes están muertos y bien muertos. No deberían sentir sed, ni hambre, solo un sueño eterno. En este mundo ya no tienen cabida, vuestro lugar está el cementerio, ¡bajo tierra! ¿O acaso tampoco los quieren allí? Claro, recién entiendo, ustedes son de esa clase de muertos que acostumbran salir de sus tumbas porque no quieren recibirlos en el cielo ni en infierno. Son aquellos que ya estuvieron muertos aún estando con vida porque nunca les gustó trabajar. Ustedes vienen del purgatorio.  ¿Por qué no buscamos una solución juntos?

Los muertos se enfurecieron y empezaron a mover sus cabezas de un lado a otro.

–Ya ven, no quieren ni responder, Si fueran buenos muertos, estarían descansando en paz. ¡Váyanse! Todavía pueden salvarse si le rezan al Señor de la Buena Muerte. De lo contrario, ¡lárguense porque bien muertos están!

El radio seguía encendido y hasta parecía que el volumen aumentaba en la propaganda.

–Vuele a todas partes por PANAGRA-Pan American Airways Sistem. En aviones Douglas, son cómodos y rápidos. Consulte con su agente autorizado WR GRACE & Co. Al teléfono 30339- Venga, vuele con nosotros, conocemos el cielo mejor que nadie.

Los muertos que se sentían más cerca del infierno que del cielo, al escuchar la palabra cielo pensaron que se les estaba ofreciendo una oportunidad de alcanzar el paraíso y la gloria eterna. Pero al darse cuenta que ninguno de ellos ascendía, lo tomaron como otra burla y se enfurecieron aún más.

–Con esas caras a mi no me van a asustar. ¡Váyanse al infierno, por malos y por feos! Volvió a gritar el viejo Valderrama.

Fue cuando empezó  la rebelión de los muertos. La razón contra la sinrazón. Una lucha por demás desigual de todos contra uno. Y por más que Valderrama se defendió con gallardía, igual que un luchador del medioevo, blandiendo su paleta como lanza y una lata aplanada de manteca como escudo, perdió la contienda.

Al día siguiente, otro trabajador lo halló tirado en el piso, sin vida. Todavía muy asustado, les comunicó la mala noticia a mis abuelos, quienes dieron parte inmediatamente a la policía. La noticia no tardó en difundirse por las radios de Cusco y Arequipa de acuerdo al parte oficial de la policía, cuyo texto oficial señalaba que el panadero había muerto por causa de un infarto.

Sin embargo, el rumor entre la gente era diferente porque se hallaron en las puertas del horno harapos de muertos regados por los suelos y despidiendo un hediondo olor.. Nadie pudo explicar cómo llegaron hasta allí, tampoco entendían por qué el local estaba destrozado. Hasta la fotografía que se había tomado el panadero con la Pastorita Huarasina estaba tirada en el suelo. Y, por coincidencia, en la radio que se había quedado encendida se escuchaba la canción…

“Entregar mi vida quisiera

A los filos de un cuchillo,

a ver si de esa manera…

La policía, luego de sus primeras indagaciones, llamó al fiscal de turno  para que proceda con el levantamiento del cadáver.

–Señor fiscal, me da la impresión que el panadero se defendió de sus atacantes hasta morir. Opinó el secretario.

– Si, como si un rey hubiera defendido su castillo con honor. Que Dios se apiade de su alma. Aseveró el fiscal.

Esa mañana, cuando mi abuela fue despertada por los gritos del trabajador, al salir de su habitación vio que la flor de magnolia que un día antes la había colocado en el florero estaba marchitada. No dudó en afirmar que  era una señal de mal augurio.

–Tú siempre con tus supersticiones mamá. Seguramente que olvidaste de echarle agua, por eso se ha marchitado – Le refutó mi madre, que en ese momento también se levantaba al escuchar voces en la sala.

–No hijita, mira, el agua está en su nivel.

La abuela tenía razón. La muerte de Valderrama, coincidía con la muerte de la flor. Se le humedecieron los ojos y luego de elevar sus oraciones al cielo dispuso correr con todos los gastos del sepelio.

El día del entierro, antes que el cajón sea sellado para ser colocado en el nicho, mi abuela le alcanzó al panteonero una flor de magnolia para que la pusiera entre las manos del difunto.

Radio Cusco, transmitió la noticia…

–Tututu, tututu tututu Flash de Clarín.

–Nuestro corresponsal en Abancay, nos informa que un panadero fue hallado muerto en la madrugada de hoy, Día de los Muertos, al parecer víctima de un asalto. Los móviles serían el robo de dos canastas llenas de pan, aunque no se descarta un acto de venganza en vista que los autores se ensañaron con el cuerpo del occiso.

Lo que nadie se explica es cómo llegaron hasta allí harapos de muertos que se hallaron tirados en las puertas de su centro de trabajo…Fue un flash de Clarín de Radio Cusco. Efraín Paliza Nava les agradece por vuestra sintonía.

–Tututu, tututu tututu

Después del fallecimiento de Valderrama nadie quería caminar por este callejón. Como no teníamos otra alternativa, mi primo Mario y yo, teníamos que sobreponernos para superar el miedo si queríamos ver las excelentes películas en blanco y negro que se proyectaban en el Cine Municipal y “El Nilo” o las seriales El llanero Solitario, protagonizada por Clayton Moore. O “Marte Invade la Tierra” filmada en 1945 y diez años después recién llegaba a Abancay.

La ida a la ciudad no era tan dramática como la vuelta. Para retornar a la quinta había que apurar el paso y no voltear la mirada para nada. Además, había que caminar a tientas, en medio de la oscuridad, sin luna que espanten las sombras, ni estrellas que nos guíen el camino. Tan negra era la noche, que hasta las luciérnagas se apagaban. A veces nos dábamos de cara contra la tela de una araña que la había tendido rato antes de lado a lado. Y cuando esto ocurría, se nos venían las ideas más espeluznantes, hasta que la serenidad nos devolvía el alma al cuerpo.

– Claro ¿Por qué tendríamos que tenerle miedo a una telaraña?– Le peguntaba a mi primo Mario, mientras tragaba saliva.

–Tienes razón, más asustada que nosotros debería estar la araña porque le destrozamos su tela.

Al llegar a la casa, recién podíamos respirar tranquilos aunque, claro, no terminaba del todo nuestro suplicio porque teníamos que entrar de puntillas para no despertar a mis abuelos. y al día siguiente, mejor dicho a las pocas horas de esa madrugada, levantarnos para ir al colegio.

– Y bien. No les sentí regresar ¿Y cómo les fue anoche?- Preguntó mi abuelo, a la hora del desayuno.

-¡Bien! le respondimos al unísono, como si nada hubiera pasado, no obstante que habíamos tenido  una noche de espanto.

Si le hubiéramos dicho la verdad, seguramente que la próxima vez no nos dejaba salir de noche, menos el día de los muertos.

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