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El peligro de la concentración de los medios en pocas manos

13 septiembre, 2013

En un artículo que escribí hace más de tres años que lo pueden revisar en la sección “Páginas” de este mismo blog, con el título “El poder de los medios de comunicación”, analizo de manera extensa del peligro que los medios de comunicación estén concentrados en pocas manos, tal como ocurre hoy con el grupo empresarial El Comercio, que tiene en su poder el 78% de la prensa nacional y participación en la radio y televisión.

El Comercio, ya es un pulpo, por más que se trate de justificar su expansión diciendo que en nuestro país hay libertad de empresa y de expresión.

La cosa no es tan simple. La constitución claramente dice que “La prensa, la radio, la televisión y los demás medios de expresión y, en general, las empresas, los bienes y servicios relacionados con la libertad de expresión y de comunicación, no pueden ser objeto de exclusividad, monopolio ni acaparamiento, directa ni indirectamente, por parte del estado ni de particulares”. Más claro ni el agua.

Lo que ha hecho el grupo El Comercio, con la adquisición de la Empresa Periodística Nacional S.A. (EPENSA) es cerrar el círculo de todos los sectores socioeconómicos del país. Ahora no solamente llega a los estratos más influyentes (A y B) a través de la llamada prensa “seria” sino que, mediante los diarios populares y sensacionalistas, acapara la atención de los lectores ubicados en los segmentos C y D.

Y como si esto fuera poco, ahora también llega a los lectores que no tienen la costumbre de comprar un diario por razones económicas o porque simplemente no les da la gana de comprarlo, regalándoles uno en las calles, al que lo han denonominado «Publi Metro», para que no se le escape ningún conductor que tiene que pasar varios minutos sin saber qué diablos hacer por culpa de un atolladero provocado, generalmente, por un semáforo “inteligente” que casi siempre está en rojo en las horas punta o un policía despistado que no sabe cómo desatar un nudo.

Quienes hemos tenido la suerte de haber trabajado en radio, televisión, prensa escrita y ahora en internet, sabemos de la gran influencia que tienen los diarios y en general los medios de comunicación. Se ha convertido en un imprescindible medio de información para las personas y potencialmente una espada de Damocles para los gobiernos, cuando estos no son de su agrado y una amenaza a la pluralidad de opinión.

Pero, el peligro de la concentración de la prensa escrita en pocas manos no solo radica en lo que esta pueda o no hacer sino, también, en los vínculos que tiene con otros medios, como la radio y televisión, donde también tiene intereses empresariales. Y, lo más grave, trabaja en coordinación con las encuestadoras a quienes les pagan para elaborar sus informes.

La influencia de la prensa y en general de todos los medios de comunicación es tan grande, que tiene el poder de manipular la conducta humana hasta esclavizarla. Por eso, cuanto más alejada esté de los intereses económicos, políticos y religiosos, servirá mejor a las nobles causas de la humanidad.

Reconocemos que la contribución de la prensa a la sociedad es invalorable, sobre todo cuando es conducida por profesionales responsables y capacitados. Pero, si por desgracia cae en manos de directores que no reúnen estos atributos, puede convertirse en una onda letal, más destructiva que la bomba atómica o el calentamiento global porque, está comprobado que los comunicadores tienen la capacidad de transformar la palabra en una peligrosa arma sicológica, a tal punto de influir en el cerebro del hombre, haciéndole ver las cosas buenas como malas, o viceversa.

En el artículo que escribí digo “como seres civilizados que somos, tenemos la obligación de cuidar su manejo. Pero, no solo de la prensa y la radio sino de todos los medios de comunicación en general, porque el derecho a la información es un derecho de toda la sociedad, tan importante como el derecho a la salud, la educación y al trabajo”.

Los propietarios de los medios tienen una gran responsabilidad porque, al fin de cuentas, son ellos los que toman las decisiones en la empresa, sea en la contratación del personal y, sobre todo, en la selección de los contenidos. En la práctica, son ellos los que hacen y deshacen en sus empresas.

Pero, sería bueno recordarles que si bien es cierto que ellos son los responsables de la conducción de sus empresas, es el estado quien tiene la obligación de controlar los excesos que se cometan en el campo empresarial y ético. Control que generalmente no ocurre por temor.

En el caso de la radio y televisión, los empresarios no son los dueños de las frecuencias, ni siquiera el estado, sino la nación en su conjunto, es decir todos nosotros. Igualmente, es el estado que por mandato de la constitución está en la obligación de regular la marcha de las empresas periodísticas, normando la libertad de expresión para evitar que se cometan delitos de difamación y otros.

No es pues que estas empresas, de prensa, radio y televisión, pueden hacer lo que les viene en gana. Son solo medios con derechos y obligaciones de ofrecer un servicio a la sociedad, contratando al personal idóneo que respete la honra personal y al tejido social, evitando cualquier tipo de discriminación y exclusión social.

Por eso, de manera inteligente se ha establecido que las licencias tanto de radio como de televisión deben ser renovadas cada 10 años.

Para las empresas que manejan muchos medios es fácil emprender campañas que pueden parecer muy positivas pero, en muchos casos, solo buscan satisfacer algún interés empresarial. Una información publicada en todos los medios, manejados por una sola empresa, es más creíble. Lo que no se sabe es, si esa información, es la correcta. ¿Cómo contradecir a una opinión casi unánime de varios medios? La lógica siempre es, “si todos lo dicen, es cierto”. Lo que no se sabe es que ese “todos” es una sola empresa.

Esto pone en peligro muchas cosas, la libre elección de nuestras autoridades, la aceptación o repudio a políticos y la exclusión de distinguidas personalidades, por el solo hecho de no pensar como los dueños de los medios. Y es una amenaza permanente al Gobierno. Claro, si las encuestadoras y los diarios, las radios y la televisión, en manos de un mismo grupo empresarial lo afirman de una manera, al resto no queda otra cosa que optar por aquello que esos medios consideran como bueno, cuando a los mejor es todo lo contrario.

Cuidado con las campañas de desprestigio. Es una práctica muy vieja de la prensa. Goebbels fue el mayor manipulador de la opinión pública a través de la propaganda radial en Alemania, conocida como “la propaganda negra”, basada en el axioma “una gran mentira repetida acaba por convertirse en una gran verdad”, que luego se derivó en la frase “Miente, miente que algo queda”.

Fue cuando este vil personaje se convirtió en el hombre de más poder del llamado anillo de hierro de Hitler. A través de la radio despotricaba contra las familias judías, las insultaba y degradaba y prohibió a la población alemana escuchar emisoras extranjeras. A través de la radio, manipulaba a la población alemana para que odie a la judía y solicitaba la cooperación de todos, especialmente de los militantes del partido nazi, para lograr la “solución final” que no era otra cosa que el exterminio de los judíos.

Aquí, estoy seguro, no llegaremos a esos extremos pero así como el monopolio le hace mucho daño al consumidor, la concentración de los medios, en pocas manos, es un permanente peligro para la democracia y la sociedad.