Cuando estudiaba en la facultad de Derecho de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, los alumnos salíamos a media mañana para tomar el portal Belén antes que lo invadan los cientos de empleados públicos y privados que trabajaban en los alrededores y se nos adelanten en la sagrada misión de degustar los tamales que hasta hoy se venden en este mismo lugar.
-¿Salados o dulces, caserito?
-Uno salado y otro dulce, pero rapidito porque la clase de las once está por empezar.
En cambio, los empleados pedían más de uno y de cada sabor, porque tenían más dinero y más capacidad estomacal que nosotros, por nuestra condición de estudiantes.
Lo que más nos sacaba pica era que algunas señoras se llevaran los tamales por docenas para enviarles a sus familiares de Lima y otras ciudades, antes que nosotros llegáramos, porque muchos de mis compañeros se quedaban con las ganas en la boca. La verdad es que no alcanzaba la producción diaria para cumplir con todos los clientes y encargos, sobre todo de los cusqueños residentes en la capital que se mueren de ganas por degustar este bocadillo.
Cuando empecé a trabajar en radio El Sur, de propiedad de Gilberto Muñíz Caparó, cuyos estudios estaban ubicados en la Av. Huayna Cápac, los locutores, operadores, periodistas y personal administrativo salíamos volando hasta la Av. De la Cultura para comprar los tamales hechos por la Sra. Marina Olivera de Willis, más conocida como la tía Marina quien, sin embargo de tener una gran clientela, siempre nos guardaba unas cuantas piezas de este manjar de los dioses, para satisfacer nuestro voraz apetito de las diez de la mañana.
Fue cuando recién aprecié la calidad humana de esta dama y supe que los mejores tamales salían de sus maravillosas manos. Desde aquella época me convertí en su cliente. Y cada vez que vuelvo a ciudad de los incas, hago lo mismo. Después del desayuno con mis entrañables amigos cusqueños, generalmente en el Ayllu, a media mañana me voy con ellos al local de la Sra. De Willis, esta vez ya no en la Av. De la Cultura, sino en la primera etapa de la urbanización Mariscal Gamarra, donde están no solo los deliciosos tamales, dulces y salados, sino sus exquisitos patitos de maíz, (maicillos) y cocadas. No soy el único que llega a esta bella ciudad y pasa por su local, para decir a su retorno que comió los mejores tamales del Cusco.
La señora Willis, recuerda con añoranza sus inicios en la Av. De la Cultura, frente al Colegio Clorinda Matto de Turner. “Apenas me casé mi esposo se fue a trabajar a la selva (Tunquimayo) para sacar oro y tener unos ahorros. Felizmente que salió con algo de dinero, gracias a Dios” nos dice emocionada.
“Y como siempre pensamos que mejor es ser cabeza de ratón que cola de león, pusimos el primer negocio, yo con los tamales y él se compró una combi VW para hacer movilidad escolar. Felizmente nos fue bien. Al principio enviaba los tamales a una cafetería que tenía Mario Muñíz en la Plaza San Francisco. Primero 20, después 50 y luego 100, y todo volaba. Hasta que nos animamos a poner nuestro propio local. Vendíamos tamales y jugos de papaya y tumbo, luego hicimos los patitos de maíz y las cocadas. Teníamos la ayuda de varios jovencitos que hoy ya son profesionales. Mejor no le digo sus nombres”. Nos advirtió, seguramente para no avergonzarlos.
-Mientras hablamos qué tal si nos comemos unos tamalitos? Me pregunta.
-A eso vine, por favor señora.
-Qué jugo prefiere? Yo le recomiendo de sauco o de papaya, este último es hecho con nuestra papaya serranita.
Y mientras lo preparaban, la mujer que dedicó gran parte de su vida a la elaboración de este manjar de los dioses me siguió contando que ahora los tamales los solicitan más de Lima. “Entre las que me piden está por ejemplo Carola Ayres. Últimamente, Cecilia Luglio, Administradora del Hotel Sheraton me ha pedido como trecientos tamales para una reunión de cusqueños”.
“De otras ciudades me piden o vienen. Le cuento que una vez vino Alan García, se sentó en el mismo lugar donde está usted. No se imagina con qué gustó se comió varios tamales. Aquí vienen Ministros de Estado y otros funcionarios. Una vez estuvo también la tía de Fujimori”
-Y, le pagaron? Le pregunté.
-Sí, me pagaron. Me respondió con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Sabe qué? Cuando vino Alan, llegó con un séquito de guardaespaldas y policías. Había varios patrulleros afuera y los vecinos pensaron que me habían asaltado.
-Bueno…felizmente que Alan le pagó, sino hubiera sido efectivamente un asalto.
La señora Willis, a sus años es una mujer de lucha que sigue trabajando. Quiere entrañablemente al Cusco y cuando le hacemos algunas preguntas, sin pelos en la lengua nos dice “Es criminal que camiones pesados pasen por Ollantaytambo y es una vergüenza que no se construya el aeropuerto de Chinchero. Lo que más me molesta es el desorden que hay en Cusco, especialmente en el tránsito. El otro día tuve que ir al médico en el centro y a pesar que salí con mucho tiempo de anticipación llegué con las justas y con los nervios en punta. Los taxis ya no quieren ir al centro. Entre Limac Pampa Grande y Chico hay unos atolladeros, santísima virgen…de los mil demonios. La gente ya no respeta a los ancianos, ni nos miran, parece que fuéramos invisibles”. Se queja.
Cuando le pregunté que si había recibido algún homenaje de la Municipalidad o de la región, me dijo que jamás.
-Dicen que los homenajes los solicitan. Yo jamás lo hice. Seguramente por eso” Me respondió. Y luego continuó:
-Mire, en nuestro Cusco ya no hay árboles, tampoco hay capulí ni durazno. Antes los vendían en abundancia, en puctus ¿Se acuerda?
No hay frutilla porque no hay sapos, ni ranas. Antes había cualquier cantidad de estos animalitos en Anta y los llevaban al valle para que se coman las plagas de la frutilla y dicen que como han fumigado toda la Pampa de Anta, los sapos han muerto.
-Qué nos puede decir del éxito de la quinua?
-La están promocionando en el extranjero y la han encarecido. La mejor calidad se la llevan afuera y nos dejan la peor. Se está politizando con la quinua.
Cuando le preguntamos qué haría se fuese alcaldesa del Cusco, nos respondió de inmediato. “Si yo fuese alcaldesa, me gustaría arreglar los mercados. El de Huánchac debería ser una joya. Las calles que fueron desalojadas de ambulantes, nuevamente han sido ocupadas por los contrabandistas”.
“Otra cosa, es una salvajada lo que han hecho con el puente de Urubamba, sigue con un puentecito ridículo, Bayley o no sé cómo lo llaman. En Urubamba me regocijaba viendo maizales, ahora hay casas y hoteles. Se está destruyendo la agricultura. Los hijos de Orihuela, los Lámbarry, De Bari, los North, parece que ya no están en el campo. Qué pena. Antes se cocinaba choclos y mote, ahora ya no hay, todo se lo llevan para la exportación.
La señora De Willis nos menciona, asimismo, que se siente orgullosa de haber estudiado en el Colegio María Auxiliadora. “Siempre voy a sus misas” Nos afirma como diciendo que vive muy agradecida para la patrona de su ex colegio.
-Bueno señora, se me acabó el tiempo, gracias por su sinceridad. ¿Cuánto le debo?
-¡Por favor! Si apenas se ha servido un poquito. A usted lo recordamos con cariño. Ojala vuelva siempre.