la calle Marqués

Ver una foto de la calle Marqués publicada por Ramiro Corzo en facebook, me trajo al recuerdo los maravillosos días que pasé en Cusco y donde esta céntrica vía de una sola cuadra quedó grabada en mi corazón porque no había día y gran parte de la noche en que no estaba allí desde que empecé a trabajar en radio La Hora, cuyos estudios estaban en una vieja casona de propiedad de la familia Bocángel. Hoy, esta inmensa mansión, como otras, se desmorona en virtud de una ley que no ayuda en nada a los propietarios que desean poner en valor estas joyas del pasado. No se las puede tocar porque son patrimonio del Cusco. Los funcionarios de la Dirección Regional de Cultura actúan como el perro del hortelano, porque tampoco los ayudan a los dueños a mantenerlas en pie porque nunca hay presupuesto. Prefieren verlas caer adobe tras adobe por efecto de las torrenciales lluvias. Desde mi llegada al Cusco, por razones de estudio, tomé en alquiler una pieza en Matará 215, “tu cuarto cuando gustes”, como solía decir a los amigos que empecé a conocer y me preguntaban dónde vivía, aunque la verdad es que tenía a mi disposición toda la inmensa mansión de la familia Silva y no solo la pieza que me alquilaron porque ellos más estaban en su hacienda de la Pampa de Anta. Durante el tiempo que estuve en Cusco, hasta que me casé, la familia Silva confió en mí y jamás tuvimos un problema para renovar el contrato de palabra, anualmente, incluso en la época del gobierno de Velasco, porque en esa época la palabra valía más que mil firmas. Ahora no, papelito manda.Por coincidencia, a media cuadra, en Mesón de la Estrella, estaba mi otro centro de trabajo, el diario El Sol. Y como si esto fuera poco, a continuación de la Calle Marques, pasando por el templo de La Merced donde, de pasadita, al vuelo le daba una santiaguada al Niño de la Espina y otra a la Meche, patrona de la iglesia, sobre todo antes de un examen en la Facultad de Derecho de la universidad San Antonio Abad, que en ese tiempo funcionaba en el Paraninfo Universitario, estaba mi otra casa donde yo estudiaba. Es decir, para mí el centro histórico del Cusco fue parte de mi vida, era como tener una gran mansión con calles, un cine (el Colón) templos, restaurantes y cafeterías y hasta con un parque (San Francisco) y una plaza de armas hermosa y señorial a mi disposición. Así ¿cómo no sentirme el rey del mundo? Pero, eso sí, para mí no había otra calle mejor que la calle Marqués. Tuve la suerte de vivir en Cusco en la época más bella de la historia de la humanidad, en pleno apogeo de la Nueva Ola, el alunizaje, la clasificación a México 70, los descubrimientos más sorprendentes, entre 1965 y 1975. Y la calle Marqués era entonces la calle del movimiento porque quienes trabajábamos en radio La Hora, bajo la dirección de mi gran amigo Edmundo Montesinos, la veíamos así. En la radio logramos un gran cambio captando la sintonía de nuestros oyentes con programas informativos, de entretenimiento, deportivos y difundiendo la música que encandilaba a la juventud. Si, esta vía se convirtió en la calle del movimiento, de la moda y el salero, donde las chicas paseaban libres, luciendo sus minifaldas y medias cubanas, y la radio se puso a tono con ese cambio generacional de los sesentas y setentas ofreciendo los mejores programas de la Nueva Ola. Todo empezó cuando en 1965 Mary Quant, una joven propietaria de una boutique en Chelsea, popular barrio de Londres, que se le conoce más por su equipo de fútbol que por su importancia como ciudad, decide cortar las faldas de sus modelos hasta por encima de las rodillas y crea la “minifalda”, la prenda que revolucionó la moda en el mundo. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, contestó que para dar más libertad a las chicas que corrían detrás de los autobuses.Ante las críticas, y para no seguir mostrando las piernas a flor de piel de sus modelos, creo las famosas pantys. Y las primeras en usarlas fueron las seguidoras de los Beatles quienes también se encargaron de difundirlas por todo el mundo. En Cusco, las chicas para no quedarse atrás, también agarraron las tijeras y empezaron a cortar sus faldas y usar pantys, peinarse con vinchas gruesas y usar vestidos en corte «A».Las chicas estaban fascinadas con esta moda. Y a nosotros nos tenían locos. Casi al mismo tiempo también se puso de moda las faldas escocesas que las chicas las combinaban maravillosamente con las famosas medias cubanas de colores que hacían juego con sus faldas, con sus elastimonas y zapatos chatos, sin embargo, el uso de la minifalda superó todas las expectativas y se extendió rápidamente entre las estudiantes de los colegios y los institutos. Claro que tampoco faltaban detractores, entre ellos los curas que no ocultaban su malestar en sus sermones, al extremo que las muchachas no podían entrar a las iglesias con minifalda, por más que antes de trasponer las puertas del templo se las estiraban las faldas al máximo.Los chicos tampoco nos podíamos quedar atrás. Tuvimos que mandarnos confeccionar pantalones ajustados, pero de bota ancha, camisas de cuello alto y manga larga que terminaba en una pretina también ancha, para seguir la moda. Y como la moda no incomoda, esta onda pegó.En ese tiempo también se pusieron de moda los zapatos makarios. Los más felices eran los bajitos porque les solucionó su problema de talla. Uno de ellos fue el chato Abarca, porque le encantaba enamorar a las chicas altas. Claro él tenía una gran ventaja sobre el común de los chicos, tenía un auto mini que volvía locas a las chicas. Otros que tenían autos de locura eran Raúl Delgado de la Flor y Elwin Voter, ambos poseían autos Mustang 1971, este último luego de contraer nupcias con la millonaria Elvira Romainville Vda. De Berninson. Si mal no recuerdo Elwin también vivió un tiempo en la calle Marqués o tuvo su oficina. Otro play boy que agitaba los corazones de las chicas era Pepe Teves, con su lanchón. Él con su cacharro no giraba hacia Mesón de la Estrella, sino al lado contrario para impresionar a Lily, la chica de sus sueños.Toda la moda en el vestir y llevar los pantalones a lo James Dean, lo hacíamos por llamar la atención de las chicas de los colegios María Auxiliadora, Santa Ana, Las Mercedes, y El Carmelo que pasaban por Marqués.En esa época, se estudiaba mañana y tarde ¿recuerdan? el primer turno era de 8 a 12 y el segundo de 2 de la tarde a 4.30, por lo que la calle Marqués era una pasarela de bellas estudiantes cuatro veces al día.Por esa misma época, Wilbert Pizarro, Henry Aragón y yo llegamos a formar un inseparable trío de amigos que gozaba de gran popularidad (al menos eso era lo que creíamos aunque parezca una mandada de parte) porque teníamos los programas de radio y televisión más sintonizados. Transmitíamos todo lo que se nos ocurría, algunas veces desde la vía pública, utilizando los handie talkie’s que Edmundo Montesinos los adquirió para el programa deportivo Adalid. La calle Marques era una locura. Más aún cuando organizábamos el reinado por el Aniversario de la radio con la participación de hermosas jovencitas que gozaban de gran simpatía. Cada programa de la radio presentaba una candidata y participaba en el desfile de carros alegóricos por las calles de la Ciudad, pero el centro de concentración era la calle Marqués.Wilbert y Alfredo Febres salían hasta la plaza de Armas para transmitir, por ejemplo, la euforia del público tras la clasificación de la selección peruana al Mundial de México 70. Y yo me quedaba en la cabina donde también daba paso a los oyentes que querían opinar a través del teléfono. Otras transmisión que hacíamos era el paso de varios de los santos que bajaban por esta arteria en Corpus Christi. Yo, como “extranjero” recién llegado de Abancay, tenía que preguntar los nombres de estas imágenes porque estaba en la luna y fue cuando recién conocí la historia de los santos y aprecié la belleza de esta fiesta.En la época que yo viví en Cusco, no había conductor de carro que no pasaba por la calle Marqués o se daba una vuelta por la plaza de Armas. El recorrido era Marqués, Mesón de la Estrella hasta Belén para tomar nuevamente la Av. Sol, y dar vueltas por la plaza de Armas. Otros ampliaban su tour hasta la Av. Garcilaso para voltear por la Av. Sol. Finalmente, otros como Darío Tristán se daban una vueltecita hasta la primera cuadra de la Av. De la Cultura y de paso ver a Gretel, quien trabajaba en la Cervecería y era la chica que le quitaba el sueño. Hoy en la calle Marqués el tránsito vehicular ha sido cortado. Ahora es una arteria peatonal y esto ha permitido que los transeúntes, sobre todo visitantes, tengan mayor libertad para recorrerla de abajo para arriba y viceversa, una y otra vez. No obstante de ser la más corta, porque tiene una sola cuadra, creo que es una de las más transitadas del Cusco porque las personas que viven en Santiago, Nueva Baja Nueva Alta, Meloc, o estudian en el Colegio Ciencias o tienen que ir a hacer sus compras en el mercado San Pedro, transitan por esta arteria.La calle Marqués fue, mucho antes de la Av. Sol, la calle de mayor flujo comercial. Aquí se instalaron conocidos establecimientos como la Casa Kawamura, la Caja de Depósitos y Consignaciones (hoy Banco de la Nación), la cafetería El Ayllu, después de su salida del portal Carrizos, (hoy está en Almagro), la Sastrería López, el estudio fotográfico del legendario Martín Chambi, la Casa Delgado, la Casa Sotomayor, Tiendas Camino entre otras. Aquí vivieron, asimismo, conocidas familias como los Lomellini, los Rondón, (su hija Nana sacaba a los chicos más de un suspiro pero había que cuidar que sus hermanos no se enteren porque eran muy celosos), Los Velasco, Aragón, Bocángel. Pepelo Rueda el caballero del sombrero, quien tenía que poner su cara de serio cada vez que salía con sus hijas Patricia, Maritza y Mariela porque abundaban los piropos. Fue extraordinariamente grato para mí conocerlos a todos ellos.Del mismo modo, en el interior del local donde funcionaba radio La Hora, vivían varias familias como los hermanos Del Castillo y hasta había negocios de comidas que algunas veces los trabajadores de la emisora disfrutábamos.Así como en aquella época prodigiosa de la Nueva Ola, hubo días de gloria, también sucedió un hecho que conmovió al Cusco: el incendio del local de Sinamos. En 1971, tras un mitin de estudiantes universitarios en las puertas del Paraninfo Universitario, una multitud incontrolable se dirigió a la calle Marqués. Al ver que las puertas no estaban aseguradas, alguien gritó:– ¡Las puertas están abiertas, entremos!Al ver el avance de la turba, a los pocos empleados que estaban en sus oficinas no les quedó otra cosa que salir a la carrera para evitar ser agredidos.El portón principal de madera maciza, que no era tan fácil derribarla ni con la fuerza de un tanque de guerra, se hallaba increíblemente sin la barra de seguridad. Bastó un pequeño empujón de los primeros manifestantes para que cediera, permitiendo el ingreso de la masa. Y, lo más extraño, al costado derecho había un barril de gasolina y bastó que alguien encendiera un fósforo para que se iniciara el siniestro. Lo primero que se quemó fue la oficina contable y la jefatura. Inmediatamente el fuego se extendió por las demás dependencias. Y en un santiamén se quemó gran parte del edificio. Los bomberos no llegaban. Lo hicieron casi a la media de hora cuando las llamas ingresaban a las instalaciones de las tiendas Muñiz, las oficinas de Radio El Sur y otros establecimientos comerciales.En las oficinas del diario El Sol, varios redactores nos encontrábamos escribiendo nuestras crónicas, de acuerdo al cuadro de comisiones. Nos hallábamos en el momento más importante porque era una de las pocas oportunidades que teníamos para hablar, intercambiar opiniones y ponernos al día con los últimos chismes políticos, trascendidos y hechos que no se podían publicar por la censura impuesta por el gobierno revolucionario.– ¿Qué saben de la marcha universitaria? – Preguntó uno de ellos.–Ya debe estar acabando. Esto lo está cubriendo Alcides. Seguro que ya no tarda en llegar.En medio del barullo propio de una sala de redacción, “Pito”, el empleado encargado de llevar a los talleres las carillas y las hojas de diagramación, se hallaba en el balcón merodeando la calle y gritó:– ¡Fuego! ¡Incendio en la calle Marqués!–¡Carajo! Parece que es el Sinamos.– ¡Vamos para allá!Cuando salimos, las llamas ya estaban encima del edificio del Sinamos. Los bomberos pugnaban por dirigir sus mangueras hacia el fuego. La policía acordonaba la manzana prohibiendo el paso de vehículos y personas. Y a lo lejos, la gente aterrorizada veía cómo se desplomaban los techos.La calle Marqués era un caos. Los propietarios de los locales comerciales corrían de un lado para otro, sin saber qué hacer, temiendo perderlo todo. Varios de ellos salían con bolsas supuestamente con lo más valioso. El incendio devoraba todo lo que hallaba a su paso. Los locutores de Radio El Sur que habían lanzado la primicia, tuvieron que salir despavoridos porque el fuego se acercaba inexorablemente hasta sus propias instalaciones. No les dio tiempo ni para retirar el micrófono, menos la valiosa colección de su preciada discoteca. Y en un santiamén todo se quemó.Igualmente, los empleados de la cadena de tiendas Muñíz, que en un principio miraban de lejos el incendio, sin imaginar que hasta allí podría llegar el siniestro, comenzaron a sacar parte de la mercadería. El humo se veía desde varios kilómetros a la redonda, haciendo que miles de curiosos llegaran a los alrededores de las plazas de Armas y San Francisco.Durante varias horas, los bomberos lucharon contra el fuego. Del mismo modo que miembros del ejército, fuerzas policiales, brigadas de civiles y periodistas, entre los que nos encontrábamos los redactores y personal de talleres del Diario El Sol, sudábamos la gota gorda ayudando a sofocar el fuego.De rato en rato yo iba a los estudios de radio La Hora para informar de lo que estaba ocurriendo, hasta que se cortó la energía eléctrica. Así terminó la historia de este organismo,Hoy, la calle Marqués, se ha modernizado, hay nuevos locales comerciales, y también nueva gente que camina indiferente por sus gélidos adoquines, claro, sin la sonrisa de antes, quizás sin conocer a nadie, sin hallar el rostro amigo porque se nos adelantó. Talvez ya nadie aprecie esta calle como quienes pintamos canas, porque hay muchas más en Cusco. Eso no importa, Marqués siempre será para mí la calle de mis mejores recuerdos, paso obligado para llegar a la plaza, el centro de los encuentros con los amigos, el lugar de compras y los mil recuerdos. Marqués, es mi calle y nadie me la quitará.

25Ramiro Corzo, José Pérez y 23 personas más1 comentario3 veces compartidaMe gustaComentarCompartir