La catedral de Abancay está triste, fría, desolada, con aroma a flores e incienso. Los pocos cirios encendidos se consumen en lágrimas y las campanas doblan con el repique de la agonía. Su tañido estremece la ciudad, sacudiendo con su lastimero sonido de oro y bronce las hojas de las intimpas y los posonayes que tiritan como si tuvieran frio.
Los cercos de caliche y piedra que forman los caminos que van a Illanlla y Tamburco parecen desmoronarse y si no se caen es porque los sostienen los árboles de tara y molle. El Mariño corre silencioso llevando en sus aguas una pena. Las mujeres del campo, en Aymas, Ccanabamba y Puca-Puca lloran desconsoladas y se santiguan al escuchar la noticia que corre con el viento:
Monseñor Alcides Mendoza Castro ha muerto.
Y encima del altar de la vieja catedral construida sobre una gigantesca piedra, al costado de la plaza, donde la virgen del Rosario, patrona de la ciudad, apareció una y otra vez porque no quería estar en Qoroani sinó en Abancay, derrama unas lágrimas por quien tantas veces levantó allí el cáliz y consagró la hostia, delante de ella, para luego dársela a los feligreses que casi siempre repletaban su sagrado templo con el fin de escuchar su voz en quechua y español.
El cáncer, que no perdona a nadie, se lo llevó para siempre a los 84 años de edad. Nos queda el recuerdo de haber sido el primer Obispo que tuvo la diócesis de Abancay, el cura que habiendo nacido en La Mejorada, un humilde pueblo de Huancavelica, llegó a ocupar importantes cargos en el clero. Pero, no solo fue el primer obispo de Abancay sino el más joven del mundo, de solo 30 años de edad, que consagraba el Papa Pio XII.
A los 34 años participó en el Concilio Vaticano II y el 5 de octubre de 1983 el Papa Juan Pablo II lo nombra Arzobispo Emérito del Cusco. Y es al frente de esta Arquidiócesis que recibió al Papa Benedicto XVI cuando el santo Padre todavía era un Cardenal.Y luego al Papa Juan Pablo II. Asimismo prestó servicios pastorales en Ayacucho y posteriormente fue nombrado Vicario Castrense del Perú con el grado de General. En el 2008 el Presidente de la República Alan García Pérez lo condecoró en Palacio de Gobierno con la Orden de Mérito en el grado de Gran Cruz y la 91 Plenaria de Obispos del Perú le otorgó la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo por sus Bodas de Oro sacerdotales.
En una bella carta que nos escribe la Madre Hortensia Trujillo de la Cuba (Sor Tarcisia), basada en un artículo biográfico de una de sus exalumnas, María Edith Vegacenteno de Olarte, nos recuerda, asimismo, que Monseñor Alcides Mendoza Castro estudió en los Seminarios de Ayacucho y Arequipa y en la Facultad de Teología en Lima. Como primer Obispo de Abancay construyó la residencia Episcopal, fundó el orfanato «Casa de la Divina Providencia» y el Monasterio de las Carmelitas Descalzas.
En Cusco reabrió el Seminario San Antonio Abad, construyó el Asilo de Ancianos Desamparados. Con ayuda de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta construyó el Centro de Rehabilitación para Drogadictos, para los enfermos de SIDA y para los niños de la calle. Igualmente, construyó cinco orfelinatos, una Escuela para Ciegos y creó un sistema de quioscos para la venta de sus productos y así puedan contar con un ingreso económico.
A| Monseñor Mendoza Tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en Abancay, cuando yo era aún un adolescente y él visitaba la casa de mis abuelos. Posteriormente, en Lima volví a verlo en las misas que mandaba oficiar la familia Hiraoka, propietaria de Importaciones Hiraoka, por la gran amistad que lo unía con los esposos Carlos y Rosa y sus hijos y en cuya empresa trabajé por muchos años. En las pocas ocasiones que nos vimos de lo que más conversábamos era de Abancay, de la amabilidad de su gente, de sus misas en quechua que acostumbraba celebrar en los templos del Señor de la Caída, \Illanlla y Tamburco y la devoción de los fieles para celebrar sus fiestas patronales. Sus recuerdo siempre fueron gratos.
Se fue un amigo, un hombre de bien y un excepcional pastor de la Iglesia. Que su cuerpo descanse en paz en su tumba de la Catedral del Cusco y su alma en los cielos de Abancay.