El amor en la época del tocadiscos

Mucho antes que aparecieran el USB, el MP3 y el CD, existía un aparato conocido como fonógrafo, uno de los muchos inventos de Tomas Alva Edison para reproducir el sonido. Luego vino la vitrola, conocida también como gramófono, aparato que reinó por muchos años en los hogares del mundo y el primer sistema de grabación y reproducción de sonido que utilizó un disco plano, a diferencia del fonógrafo que grababa y reproducía el sonido sobre un cilindro.La marca más popular de esta vitrola fue, sin duda, RCA Víctor, identificada por la figura de un perrito y una bocina. Servía para reproducir las primeras grabaciones hechas en discos de aluminio que giraban sobre un plato a una velocidad de 78 revoluciones por minuto.El sonido en la vitrola se producía por el roce de una aguja de acero que recorría los surcos del disco y se captaba a través de un brazo articulado. El embrollo era que se tenía que cambiar frecuentemente por su rápido desgaste, menuda tarea que junto con darle vueltas a la manivela era parte del placentero ceremonial para hacer funcionar este sorprendente aparato.Luego de la vitrola, vino el tocadiscos o pickup. A diferencia de la primera, que tenía una aguja de acero, el tocadiscos vino con una pastilla que, según decían los vendedores, era de diamante, y muchos lo creían, aguja con la que se logró una mejor calidad de sonido y una mayor duración. Algunos fabricantes, para abaratar los costos le colocaban agujas de cualquier cristal, incluso de baquelita, y los compradores las aceptaban por los precios. «Con tal que suene, en buena hora» decían.. A esta aguja que solo tenía la apariencia del diamante, los comerciantes, siempre ingeniosos, la bautizaron como «diamantada» para decir que tenía semejanza al diamante. Naturalmente que esta aguja no garantizaba su duración, ni la calidad del sonido, pero al menos funcionaba.Finalmente aparecieron las pastillas magnéticas con las que se mejoró el sonido de los tornamesas.Actualmente los modernos reproductores de sonido ya no usan agujas. El CD, por ejemplo, posee un lector óptico que reemplaza a la antigua aguja. En el caso del toca cassettes, el sonido se producía por el contacto de la cinta con un cabezal que también se gastaba por la fricción y había que cambiarlo, pero no con la frecuencia de la aguja. Generalmente, el aparato se malograba antes que el cabezal. Todo dependía de la marca y del uso que se le daba.Después de la vitrola y el pickup, aparecieron de manera sucesiva la radiola, que no era otra cosa que la combinación de un tocadiscos con un radio incorporados en un mueble de madera y una serie de compartimientos para guardar los discos y otros accesorios. Luego vino el equipo de sonido, el componente y el minicomponente (tocadiscos, amplificador, parlantes y un reproductor de cassettes en un solo artefacto, pero más pequeño).Casi inmediatamente llegó el CD (disco compacto) y finalmente el MP3 (sonido comprimido) y MP4 (sonido e imagen). Ahora están de moda los USB dispositivo en el que se puede almacenar miles de canciones, los Ipods, el Ipad 2, las tablets, el blu ray para repreducir video y toda una interminable lista de aparatos multimedia.La invención de estos aparatos es lo mejor que le pudo ocurrir a la humanidad porque la música siempre ocupó uno de los primeros lugares en la escala de las preferencias del hombre.Particularmente a los chicos de la generación de de los sesenta y setenta del pasado siglo XX, la nueva ola nos volvía locos. Y estos aparatos contribuyeron a hacernos sentir los seres más felices del universo porque, además de deleitarnos con su melodía y letras sencillas, pero fascinantes, nos hicieron bailar los nuevos ritmos como el rock and roll y el twist.Y quién iba a pensar que, en aquella época, el tocadiscos iba a revolucionar las fiestas porque, antes de la aparición de este aparato, las fiestas familiares eran amenizadas por grupos de aficionados, cantantes y guitarristas que interpretaban de todo, o grupos que a fuerza de ritmos movidos hacían bailar a las parejas. La mayoría de las reuniones sociales eran amenizadas por una «competente» orquesta. Hasta que con el avance de la electrónica las fiestas empezaron a celebrarse con un tocadiscos y luego con «un potente equipo de sonido» como decía la publicidad.Al principio, estas fiestas eran que solo para los mayores. Los chicos éramos ignorados por completo. En los cumpleaños teníamos que contentarnos con una propina, un regalo o una entrada al cine. Y luego, nos íbamos a casa para que nos canten el Happy Birthday, soplar las velitas y disfrutar de la torta con una taza de chocolate.Con la aparición del tocadiscos la costumbre cambió porque, ahora sí, los chicos podíamos organizar fiestas. Lo único que no se alteró fue el ceremonial de la torta, la canción de cumpleaños siempre en dos idiomas, la primera parte en español y la segunda en inglés, como si todos fuéramos bilingues y, finalmente, se hacía el soplido de las velitas. Con el paso de los años, en lugar del chocolate en taza, se empezó a servir gaseosas y bocaditos, porque esa era la onda.Luego, además del baile amenizado por un tocadiscos, aparecieron las piñatas, los globos, pitos, cornetines y hasta animadoras que llegaban con payazos, lo que generó un gran negocio y una fuente de trabajo para muchos payasos y animadoras luciendo cortas minifaldas y atuendos de colores.La aparición del tocadiscos nos obligó a aprender a mover el esqueleto al compás de los nuevos ritmos que solo los escuchábamos por radio. Pero como el manejo del receptor de radio era de exclusividad de los mayores, a los chicos no nos permitían escuchar los nuevos ritmos porque los consideraban como ruidos destemplados y desenfrenados, incluso decían que esa música loca atentaba contra la moral y las buenas costumbres.Con la aparición del tocadiscos, llegó la liberación musical.Y, coincidentemente, no tardaron en ponerse de moda las acuarelas brasileñas, las warachas, el mambo y el chachachá.Los jóvenes, apenas oíamos el Cumbanchero, nos lanzábamos al ruedo. Eso mismo hacíamos cuando escuchábamos la Pachanga, Barrilito de Cerveza y otros inolvidables temas que decían…Total para qué, te vas ha preocupar, las cosas como vienen se tienen que tomar…Ay, mamá Inés. Ay, mamá Inés, todos los negros tomamos café…(con leche)… Tres cosas hay en la vida, salud dinero y amor…La mar estaba serena, serena estaba la mar, Luego con A: la mar astaba saraba, saraba astaba la mar, Con E: Le mer estebe serebe, serebe estebe le mer, Con I: Li mir istibi siribi, siribi istibi li mir …Y así sucesivamente…La jarana continuaba con…Cachito, cachito, cachito mío, pedazo de cielo que dios me dio…Para bailar la bamba, para bailar la bamba se necesita un poquito de gracia, un poquito de gracia y otra cosita. En mi casa me dicen el inocente, porque tengo muchachas, porque tengo muchachas de quince a veinte y arriba y arriba. Por ti seré, por ti seré…La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta las dos patitas de atrás…Bailar, bailar, bailar, la raspa popular…Eso no es todo, cuando llegó la Nueva Ola, ¡fue la locura! que hasta San Pedro movía las caderas en el cielo al estilo de Elvis Presley.Con la Nueva Ola hizo su aparición la rockola o sinfonola, como la quieran llamar, maravillosa máquina musical tragamonedas que estaba dentro de un mueble metálico que tenía la parte superior redondeada, con luces de colores que Tomás Alva Edison se ingenió para convertirlo en un gigantesco tocadiscos con fines exclusivamente comerciales porque para elegir la canción que se quería escuchar necesariamente se tenía que colocar una moneda en una ranura y luego se presionaba un botón para que empiece a sonar la música. Rockola era la marca comercial del artefactoLa marca se hizo tan conocida que todos los aparatos de este tipo, aunque fueran de otra marca, se conocían como «rocola», tal como sucedió con la hojita de afeitar marca Guillette o la pasta dental Kolynos. El término rock and roll se inspiró en «rockola».Cuando llegué a Cusco, había una rockola en la cafetería El Astro, donde conocí a muchos amigos. Los temas prefereridos que escuchábamos eran de Elvis, Los Beatles, Enrique Guzmán con los Teen Tops y tantos otros exponentes de la Nueva Ola.A los 15 años yo vivía en Abancay. Con el radio en mi dormitorio y el tocadiscos en la sala, mi vida cambió radicalmente, a tal punto de colocar en segundo plano mis habituales juegos de infancia como el trompo, el aro, el tejo o el palito chino. Ahora tenía puesta toda mi atención en la música, Me gustaba cantar a la orilla del río que transcurría silencioso por el costado de los terrenos de mi casa, sobre todo en los MESES dep junio hasta agosto, luego se alocaba porque aumentaba el caudal de las aguas con la llegada de las primeras lluvias.Otro de mis placeres era nadar porque la quinta de mis abuelos, donde yo vivía con mi madre y hermanos, y mi primo Mario tenía una piscina donde pasaba gran parte del día. La otra parte del día la pasaba encima de mi bicicleta, sobre todo los fines de semana y en vacaciones. Montado sobre esas dos ruedas salía desde la quinta, que no estaba muy cerca ni tan lejos de la ciudad, para ir a la plaza de Armas. No me importaba prestar mi bicicleta con tal de estar feliz junto a mis amigos. No sé cuantas vueltas habré dado a esta plaza a lo largo de mi adolescencia, pero seguramente fue como dar al una vuelta al mundo en varios años y no como el británico Phileas Fogg que le dio la vuelta a la tierra en solo 80 días, según la novela de Marco Polo.En esa época, los fines de semana eran realmente de fiesta y no de miércoles, como ahora, por culpa de la pandemia. Los chicos y chicas siempre teníamos alguna reunión. Y, precisamente el sábado que se venía, había una fiesta por el cumpleaños de uno de mis mejores amigos y compañeros de la Primaria.Aquel día me levanté más feliz que una lombriz porque estaba seguro que en la fiesta estarían mis excompañeros del jardín de la infancia, a muchos de los cuales no los veía desde hacía tiempo porque varios de ellos estudiaban en otros colegios, como Pepe Garay, que se matriculó en el Santa Rosa, cuando era mixto.Mientras miraba la tarjeta de invitación, pensaba en el resbalón que me di y terminé en el pozo del Jardín de la Infancia por ocultarme de mis compañeros, cuando jugábamos a las escondidas.Recuerdo que en la clase compartía la misma carpeta con Tula, la niña más linda del salón, al menos a mi me parecía que lo era. Fue ella quien me prestó su mandil para cubrir mi desnudez, cuando salí totalmente mojado del pozo y la profesora me desnudó de piez a cabeza para dejarme como Adán en el paraíso. Por eso mi curiosidad de saber si ella asistiría a la fiesta.– ¿Estará más bonita, más fea, más alta que yo? ¿Se acordará de mí? Eran las preguntas que me hacía al momento de leer y releer la tarjeta, mientras me miraba una y otra vez en el espejo.Como sucede a esta edad, en el kinder todas mis compañeras parecían iguales, con sus mandiles color rosa, algunas cambiando de dientes y sus peinados de cola, porque era lo más fácil para sus mamás. Lo único que las diferenciaba era el grado de viveza. Unas eran más agrandadas y otras más recatadas.A la hora del recreo, las niñas pocas veces se juntaban con los chicos. Nosotros tampoco insistíamos en estar con ellas, igualito que en el club de Toby. Sin embargo, por dentro nos moríamos de ganas de jugar con ellas. Todo nos separaba, los juegos, el color de los mandiles, rosado para ellas y celeste para nosotros, la forma de vestir, ellas con faldas largas y nosotros de pantalones cortos. A mi particularmente no me gustaba mucho vestir de corto porque me lastimaba las rodillas cuando jugaba a las canicas, y lo que más me amargaba la vida era parecer más niño de lo que realmente era, sobre todo cuando tenía que asistir a una fiesta, como ahora.Y a esta reunión inevitablemente tenía que ir de corto porque mi madre había decidido lavar mis jeans y aún se estaban secando en el cordel.– ¡Qué piña! – Exclamé.Refunfuñando como el gato ron-ron salí de mi casa para ir a la fiesta, de corto, como un árbitro de fútbol, llevando el regalo que mi madre lo había comprado el día anterior. Por la forma del paquete parecía un libro. Conociéndolo a mi amigo estoy seguro que no lo vió ni por curiosidad.Y bien, cuando llegué, ya estaba Tula. Sin embargo, al entrar a la sala tuve que esforzarme para reconocerla porque estaba totalmente cambiada, vestía una minifalda muy atractiva y lucía un peinado hecho seguramente en un salón de belleza porque si la hubiera peinado su mamá, estaría de cola. Pensé.Apenas ingresé, todas las niñas empezaron a mirarme de pies a cabeza y a cuchichear. Rojo de vergüenza, imaginé que seguramente estaban comentando de mis pantalones cortos o a lo mejor de mi caída al pozo en el Jardín de la Infancia, quizás del beso que un día le di a una niña para agradecerle por el borrador que me prestó, provocando un grito de sorpresa de todo el salón.Por los nervios movía las piernas entre mis pantalones cortos sin saber qué diablos hacer. Hasta que Tula se acercó.–Hola. ¡A los años! ¿Qué fue de tu vida? Estás más alto.–Tula, tú también estás…–Dilo, no te chupes, dilo…Con semejante insinuación me atarantó. Felizmente que en ese instante mis amigos, entre ellos el dueño del santo, se acercaron cortando la conversación. Y, claro, ya en grupo se me vino el diablo al cuerpo. A los 15, los niños parecíamos más tímidos que las niñas. Y en esta reunión el dominio era notorio en género y número, hasta en picardía.Cuando todos entramos en confianza empezaron las bromas. De pronto, recordando nuestros años infantiles, las niñas empezaron a mencionar el nombre de un niño asociándolo con el de una niña. ¿Te acuerdas?Tula, al escuchar su nombre vinculándolo con el de otro niño, pegó un grito al cielo que se escuchó en toda la sala.– ¡No!Y me miró moviendo sus manos como diciéndome que eso no era verdad. Le entendí perfectamente y le sonreí. Pero al darse cuenta que con su mirada su inconsciente la había traicionado Tula se puso más roja que un tomate.No tardaron en llegar las gaseosas, los bocaditos, la torta, la canción de cumpleaños y los juegos. Y precisamente uno de los juegos consistía en responder a una palabra con un sinónimo. Quien fallaba recibía un castigo, como tomarse una botella de gaseosa ininterrumpidamente, sacarle los pasadores de los zapatos a un adulto, pedirle prestado el pañuelo al caballero más serio ó darle la mano a alguna dama gruñona.Cuando Tula no pudo continuar con la cadena de sinónimos, una de sus amigas sugirió como castigo que le de un beso a un chico. Si eso se puede llamar castigo, que sigan los castigos, pensé.Esa sanción ya se había dado anteriormente, la misma que fue cumplida de diversas maneras, con un beso volado, en la mejilla, o poniendo la palma de la mano en los labios del muchacho para que el ósculo no sea tan directo.Fue cuando se produjo un silencio sepulcral porque había una gran expectativa por saber cómo Tula iba a cumplir su castigo. En medio del silencio se acercó muy suelta de huesos y me dijo que cerrara los ojos y me estampó un apasionado beso dejando boquiabiertos a todos. A mí también porque jamás hubiera imaginado hasta dónde podía llegar su osadía.De pronto, el tocadiscos comenzó a sonar más fuerte porque la dueña de casa, al ver aquel ósculo cinematográfico, no le quedó otra cosa que aumentar el volumen a propósito para que todos salgamos a bailar y así cortar aquel romántico juego, antes que llegue al rojo vivo.Desde aquel día traté de buscar que se repita e juego porque aquel beso me había parecido solo una pizca de miel en mis labios.Nunca se repitió porque el destino nos jugó una mala pasada. De manera sorpresiva, el papá de Tula, quien se desempeñaba como funcionario de una entidad pública, fue trasladado a Arequipa, con lo que aquella historia que empezó en el Jardín de la Infancia terminó como terminaban casi siempre las historias románticas de los chicos menores de 15 años, en la época del tocadiscos.¿Y qué fue de la vitrola?Bueno, entre los mil noventa y nueve inventos de Thomas Alva Edison, el gramófono, conocido también como vitrola fue sin duda uno de los aparatos que más encandiló a la gente. Y como todo nuevo invento que se pone en el mercado, este deslumbrante invento también llegó acompañado de problemas, entre ellos el mantenimiento y los robos. Claro, como todo el mundo quería tener este novedoso aparato, la gente honesta la adquiría en la tienda y los amigos de lo ajeno en la casa del vecino.–Ay hija, mi marido no quiere comprar una vitrola porque le han dicho que produce sordera.–No me digas Cleo, nosotros tampoco tenemos vitrola en casa porque le han advertido a mi marido que estos nuevos ritmos que se bailan, como el mambo y el chachachá, causan deformaciones en la columna vertebral.–¡Qué coincidencia! en mi casa tampoco tenemos vitrola por recomendaciones de un amigo de mi esposo, quien nos ha advertido que el polvillo que le saca la aguja a los discos afecta los pulmones y produce cáncer.Así es la gente, cuando no puede tener lo que quiere le pone siempre un pero. Por supuesto que estas versiones no eran más que habladurías como para morirse de la risa y no de alguna enfermedad. Al contrario, la gente que bailaba al compás de los maravillosos sonidos que emitía este revolucionario aparato se mantenía más sana, por los ejercicios. Las familias eran más alegres y tenían el espíritu más positivo. Y, finalmente, la diminuta y microscópica viruta que seguramente le sacaba la púa al disco, por su propio peso se iba al piso y no a los pulmones.No obstante, en aquella época todo daba vueltas alrededor de la vitrola. Y, ¡Qué bien que se escuchaban las canciones de la bella época! Entre ellas las joyas musicales interpretadas por extraordinarios maestros como el gran Enrico Caruso, considerando el mejor tenor de todos los tiempos, cuyos discos de 78 rpm, se guardaban como joyas, entre ellos «La Boheme» de Giacomo Puccini o la «Luz de la Luna» cantado en español junto con Emilio de Gogorza. Ni qué decir de los tangos de Gardel que llegaban de la Argentina.Al respecto, el escritor argentino Julio Cortázar decía: “A Gardel hay que escucharlo en la vitrola, porque su voz sale de ella como la conoció el pueblo en el año 25. Para escucharlo, hasta parece necesario el ritual previo de darle cuerda, ajustar la púa y…”Como todos los inventos, este aparato también tuvo un ciclo de vida muy efímero, al menos en la casa de la familia Batallanos, allá en mi tierra, Abacay.– ¿Y ahora qué haremos hija? Este sábado es el cumpleaños de tu padre y la bendita vitrola se ha malogrado ¡Qué cólera!–Qué vergüenza dirás, mamá. ¡Qué pensarán los invitados! Ya tenemos todo listo para su fiesta menos el bendito aparato. Pobre papá, hasta ha mandado traer vino de Ica y cerveza de Lima, vendrán varios amigos de Cusco para celebrar a lo grande su 60 cumpleaños y no tenemos lo principal, ¡la vitrola!– ¿Y él sabe que nos quedamos sin música?–Cállate, creo que está llegando.Efectivamente, el dueño del santo llegó con una sonrisa de oreja a oreja y preguntó…– ¿Y por qué esas caras, quién se ha muerto?– ¡La vitrola!– ¿Qué? ¡La vitrola otra vez! Este aparato me tiene podrido. Su reparación me resulta más cara que mantener a dos amantes.–Ya no reniegues amor, me han dicho que hay un técnico muy bueno, recién llegado de Cusco, que ha renunciado a la Casa Ríckets.– ¡Ni pensarlo! lo conozco. Ese es un sastre. No sabe ni donde está parado. No ha renunciado, lo han despedido, que es otra cosa. Y por malo.–Pero no está demás probar. Ya no te amargues. Tengo miedo que te suba la presión.Al cabo de un buen rato…–Disculpe, ¿Está el maestro Candia?–Sí señor, Eustaquio Candia, a sus órdenes.–Le traigo esta vitrola. No sé qué diablos le pasa. Le falla la velocidad. Y a veces se para a mitad del disco.–Déjemela para revisarla.– ¿No la podría chequearla ahora mismo? La necesitamos para este sábado.–Imposible, jefecito, los repuestos tardarán por lo menos una semana porque hay que pedirlos a Lima, y con tanto huayco en esta temporada de lluvias, es difícil que lleguen. Además, cada día están más escasos.–Pero, si ni siquiera ha visto la falla.–No es necesario que la desarme para saber de qué pie cojea. El que sabe, sabe. Es un engranaje de la manivela. Y, si usted quiere para el viernes, podemos hacerle una hechiza pero le va a costar más.– ¿Y cuánto más?–En total, unos trescientos, incluida la mano de obra.– ¡Oiga, si la vitrola me ha costado 400 soles!–Jefecito, no se altere, si quiere lo deja o…Bueno, tratándose de usted le haré un descuento de cincuenta solcitos, que es lo que gano. Ya lo recuperaré en otra reparación. La cosa es mantenerlo como cliente. Pero tiene que dejarme el cincuenta por ciento adelantado.–Aquí tiene. Pero le advierto, la quiero reparada para el viernes. Recuerde: ¡El viernes, antes del medio día!Hasta que llegó el esperado día….–Papá, no olvides que hoy es viernes. Tienes que ir a recoger la vitrola. No te acompaño porque yo iré a prestarme unos discos de mi amiga Aurora.–Me revienta volver donde ese sastre que dice ser técnico, pero iré.–¡Y maestro? ¿Cómo ha quedado el aparato?–Como nuevo jefe. Ya está funcionando bien.Con una cara de satisfacción el dueño del santo llegó a su casa acompañado del ayudante del técnico que cargaba la famosa vitrola.–Hijita, felizmente que ya repararon el aparato. Lo dejé en la sala.–Mami, mami la vitrola ya está reparada.–Gracias a Dios. Ahora sí tu padre festejará su cumpleaños como Dios manda.–Vamos a probarla.– ¿Qué? ¡No puede ser! ¡Sigue igual! Tu padre tenía razón ese técnico es un farsante. Voy a denunciarlo a la policía.–Qué vergüenza, ¿Qué haremos sin vitrola? Ni le digas a mi papá porque le dará una pataleta. Llama a tu hermano, a lo mejor consiga prestarse la vitrola de su amigo.El hermano visiblemente mortificado las increpó…– ¿Por qué diablos no me consultaron? Ese técnico se ha burlado de mi padre. Iré a tirarle el aparato por la cabeza.–Hijo, ya no hagas más problemas. He visto un anuncio en la tienda de la Antigua casa Felix Triveño ofreciendo unos aparatos mucho más modernos. Lo llaman tocadiscos. Dicen que se puede programar varios discos seguidos y te olvidas de estar cambiándolos a cada rato. Los discos también los venden allí, los más grandes, de varias canciones se llaman Long Play, LP de 33 rpm y no sé qué diablos más. Si no alcanza el dinero, compramos los discos chiquitos, de dos canciones, los de 45 revoluciones.-Seguramente le habrán puesto este nombre en recuerdo de la revolución aprista del 45.– ¿No fue el 32?–Eso qué importa. Estamos hablando del aparato y metes a los apristas. Con tal que suene bien, en buena hora.–Pero, ¿Con qué plata lo compramos?–Al crédito. Después ya le contamos a tu Papá. Le dará una pataleta, pero luego se alegrará. Apuren, estamos contra el reloj.El día de la fiesta, cuando todos los invitados estaban en la sala y las copas con los tragos iban llenas y regresaban vacías, de pronto la dueña de casa se puso al centro y tocó su vaso con uno de sus anillos de oro y…–Queridos amigos, un momento por favor, gracias por haber venido. Les pido que me acompañen a brindar por el cumpleaños de mi querido esposo…Todos levantaron sus copas y gritaron al unísono ¡salud! Y vaciaron el champán en sus gargantas hasta la mitad.La esposa, luego invitó al feliz marido a bailar el Vals de Aniversario y le siguieron las demás parejas. Todo era felicidad..–Vieja, Parece que quedó bien el aparato. Suena mejor. Y yo que casi me trompeo con el técnico. Mañana mismo iré a pedirle disculpas por el mal trato.–Tú no sabes lo que pasó, amor. La vitrola quedó peor con la reparación. Para no pasar una vergüenza hemos tenido que comprar un nuevo aparato, más moderno. Lo llaman «picap» pero se escribe “pickup”, no sé por qué diablos le han puesto ese nombre tan difícil de pronunciar. Lo sacamos al crédito y a tu nombre.– ¿Y cuánto costó?–Mil doscientos soles.− ¡Quéee!–Amor, no pierdas el paso y no grites para que los invitados no se den cuenta… Con los intereses a dos años costará un poquito más.– ¡No puede ser. Ay, mi pecho, me duele el pecho!–Debe ser un resfrío. El clima está feo. Trata de disimular para no aguarles la fiesta a los invitados porque están felices. Recuéstate un ratito. Ya se te pasará.–Ma…Y dónde está mi pa. Todos están preguntando por él.–Se fue a descansar un ratito, hijo. Voy a despertarlo porque ya pasó más de media hora…Dios mío ¡Por favor, llamen al médico!Rato después, llegó apurado el galeno e ingresó por la parte posterior la casa y luego de examinarlo, movió la cabeza y dijo…–Señora, ya nada se puede hacer. Su esposo ha fallecido. Pero, ¿cómo no han podido darse cuenta que estaba sufriendo un infarto?–Yo no soy médico, ¿cómo hubiera sospechado que estaba mal del corazón?–Señora, hay tres formas de reconocer un infarto: Si el paciente tiene dificultad para levantar los brazos, para sonreír o para repetir una frase muy simple, es que está en peligro. Ahora ya es muy tarde. Solo me queda darle mi sentido pésame y expedir el certificado de defunsióin.Y, coincidentemente, casi un siglo después también llegó a su fin la vida de la vitrola, el genial aparato presentado por Thomas Alva Edison a la Sociedad de Fonógrafos en 1876, siendo reemplazado por el tocadiscos.A diferencia del hombre que nace, crece y muere para siempre, los aparatos se reinventan, evolucionan, cambian de acuerdo al avance de la tecnología. Después de la vitrola, llegó el tocadiscos, la radiola, el tocacassette el equipo de sonido, el CD, el MP3, el USB, audífonos con Bluetooth y teléfonos celulares equipados con You Tube que permite no solo escuchar música sino disfrutar de excelentes videos. Y lo que vendrá todavía en el futuro.Dichosos de nosotros que hemos disfrutado y seguimos disfrutando de este gran desarrollo tecnológico.

3 respuestas to “El amor en la época del tocadiscos”

  1. Xandrésalfarov Says:

    Me gusto mucho

  2. Xandrésalfarov Says:

    Sería muy bueno colocarle algunas fotos de referencia.
    saludos

  3. joaquin Says:

    !Está exelente!, yo le agregaría algunas imágenes.. saludos!!

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