El canciller Rafael Roncagliolo ha querido sacar provecho queriendo pescar en un mar revuelto y ha terminado enredándose en sus propias redes. Sin embargo, creo que en esta estúpida crisis diplomática que nos ha metido con el gobierno británico, la culpa no la tiene solo él, sino quienes aconsejaron al presidente de la república su nombramiento como canciller y no a un diplomático de carrera que deje de manejar las relaciones internacionales con los pies.
La conducción del ministerio de RREE no es para novatos ni para aprendices de embajador, sino para profesionales formados en la Escuela Diplomática. Aquí no puede haber improvisación, para eso estudian los futuros diplomáticos durante varios años, por más que tengan una profesión académica y hayan egresado de la mejor universidad del mundo. En nuestro país, es una costumbre colocar de embajadores a ministros defenestrados, allegados al régimen, parientes y a quienes no se les quiere dentro del país por su conducta inapropiada y riesgoza. Es un premio para los suertudos que tienen excelentes vinculaciones en las altas esferas. Y esto no es un error solo de este gobierno sino de todos los que lo antecedieron.
Y, Roncagliolo no escapa de esta costumbre, por eso hace lo que puede. La culpa, repito, no es de él sino de quién lo recomendó y sobre todo de quien lo nombró. Sus metidas de pata se deben a su inexperiencia y la falta de tino para el manejo diplomático. Imagino que para él debe ser muy complicado depender siempre de un consejero que muchas veces no está a la mano ni en el momento oportuno.
En el impasse con el Reino Unido, nuestro canciller patinó porque se dejó llevar más por su corazoncito y no por la razón. De lo contrario no se entiende por qué actúo así, si el Congreso, donde por cierto tampoco hay gente preparada en diplomacia, salvo raras excepciones, ya había autorizado la visita de la nave de guerra británica. Y por otro lado, los británicos habían pospuesto su visita al Callao. No sé por qué diablos la cancillería no siguió con el compromiso contraído a pesar que, está muy claro, que la fragata de guerra HMS Montrose, cargada con misiles antiaéreos, antibuques, torpedos antisubmarinos y lanzadores multiples harpon (?) no venía por las puras alberjas, sino para fregar a los argentinos, sacándoles la lengua y de paso metiéndoles miedo con su poderío bélico. Ahora, si Roncagliolo ya se había cometido un error ¿por qué meter la pata dos veces?
Este entuerto nos hace ver, asimismo, que los argentinos tienen muy buenos contactos en nuestra cancillería por eso la manejan a su regalado gusto, al extremo de haber ablandado el corazón Roncagliolo, salvo que este se haya dejado impresionar por la posición asumida por el presidente chileno Salvador Piñera quien sorprendió al mundo dándole su apoyo a la Argentina en el tema de la soberanía de las Islas Malvinas, al punto de hacerle saltar las lágrimas a la presidente Cristina Fernández de Kichner, y pensó convertirse en el nuevo héroe de los argentinos. De ser así sería un claro aprovechamiento político.
El asunto es que, con este pleito, no quedamos bien con nuestros vecinos gauchos ni con los gringos que viven al otro lado del charco, mucho menos con la Armada Peruana que ha quedado con los crespos hechos. Y todo por culpa de la peligrosa informalidad que existente en nuestra diplomacia. Estoy seguro que la cosa traerá cola porque no creo que, a partir de este lío, se mantenga o aumente el flujo comercial con los súbditos de la reina Isabel. Con Argentina no habrá mayor problema porque es una fija que de allá nos seguirán enviando bailarinas y productores de televisión y nosotros mano de obra barata, a pesar del mal trato de los súbditos de Maradona.