Archive for agosto 2011

Derecha no quiere darle tregua a Humala

10 agosto, 2011

La operación demolición destinada a doblegar al presidente Ollanta Humala ha empezado a manifestarse con exageradas críticas, y hasta de manera tendenciosa, a sus más cercanos colaboradores porque los estrategas de la oposición saben que esta es una forma olímpica de jaquear al gobierno y obligarlo a coloca a funcionarios no precisamente de confianza del Presidente y sus Ministros, sino de la entera confianza de los grupos de poder que no quieren dejar la mamadera.

¿Qué busca la derecha? ¿Que no haya cambios para seguir manteniendo sus privilegios y seguir gobernando en la sombra para manejar los destinos del país a su antojo?

No hay que ser un adivino para pronosticar que esa prensa que apoyó en los últimos comicios al fujimorismo empezará a criticar al gobierno y a cada uno de los funcionarios públicos recientemente nombrados, salvo que el nuevo gobierno la suavice con una jugosa tajada publicitaria.

No habrá nadie quien se salve. Amparados en un libertinaje y no precisamente en una honesta libertad de prensa, los medios le sacarán los ojos a Humala y a su colaboradores. Eso se vio en la sanción a la congresista Martha Chávez a quien la prensa la convirtió en mártir y lo único que les faltaba era santificarla. En cambio, para quienes estuvieron de acuerdo con la sanción pedían la excomunión el averno. Algunos medios decían que la medida fue exagerada y otros que el castigo no tenía validez porque se había dado en una sesión reservada, a espaldas del periodismo. ¿De ese periodismo que quiere circo y apuesta por el escándalo?

La cosa es que los ataques ya empezaron. No solo critican los vestidos que se pone la esposa del presidente, sino que ahora dicen que nombrar a un lejano familiar en un cargo de altísima confianza, como es la Sunat, está mal. ¿Qué quieren? ¿Qué se nombre a un extraño o a un allegado a la oposición? A propósito, fue oportuna la aclaración del Ministro de Economía indicando que fue él quien la propuso y no la esposa del presidente como insinuó maliciosamente la prensa de oposición. Igual sucede con sus asesores. Ninguno los satisface. Y eso, qué le puede importar a la oposición. El mandatario sabrá a quien nombra como consejero.

Que la prensa critique al funcionario por su actuación en el cargo está bien, lo que está mal es que se le critique porque no es de su simpatía o por interés y, lo que es peor, solo por fregar al gobierno. Se vale hasta de los espacios humorísticos para desprestigiar al oficialismo, al mismo estilo del fujimorismo, sin tener el más mínimo respeto. Para ridiculizarlos les ponen, tal como ocurrió con el presidente del Congreso, a quien le dicen «perro de chacra».

Para la derecha, ninguno de los funcionarios “de confianza” del presidente Humala son buenos. Todos tienen un pasado negro. No miran la viga que tienen en el ojo, sino la paja en el ojo ajeno. Todo les parece mal, recientemente arremetieron contra el Primer Ministro por haber dado una directiva por escrito en el sentido que los ministros de estado se concreten a responder a la prensa sobre temas de su sector y no de políticas de estado con el sano propósito de evitar contradicciones y malas interpretaciones. Me parece que está bien porque los reporteros están más interesados en hacerles pisar el palito que en conseguir una buena noticia. Son especialistas en ver problema donde no hay. No contentos con llenarnos de sangre y basura las pantallas de televisión y las primeras planas de los diarios, ahora quieren que también la sangre de los altos funcionarios de estado, recientemente nombrados, llegue al río.

La consigna es clara, evitar que el gobierno de Humala tenga éxito solo por el hecho que es de izquierda. Al presidente lo critican por lo que habla y no habla y, a sus ministros, por haber sido nombrados sin habérseles consultado. Le exigen que Humala hable para despedazarlo criticando cada frase que pronuncia, cada palabra que dice. Y como no les da gusto, lo atacan. Así no es la cosa.

No hay duda que la oposición está desesperada, reclama su tajada y quiere seguir gobernando. Y no parará hasta conseguirlo, salvo que Humala tenga la valentía de decirle ¡hasta aquí nomás, ahora déjennos trabajar a nosotros! Y no creo que lo haga. Lo más cómodo será dejarse atrapar en la telaraña.

Guerra contra la corrupción y delincuencia debe ser ¡ya!

5 agosto, 2011

Una de las razones por las que el pueblo votó por Ollanta Humala fue, entre otras cosas, por su propósito de combatir frontalmente las dos lacras que más agobian al país: La corrupción y la delincuencia. Estas fueron las banderas que más exhibió en todas sus manifestaciones políticas, en calles y plazas del país. Y el pueblo le creyó por su formación castrense y lo aplaudió por su decisión.

Sería pues una gran desilusión si el mandatario no acomete con valentía ambos problemas. No lo digo impulsado por el hecho ocurrido con la esposa y la hija del congresista Reggiardo, atacados y baleadas por una banda de delincuentes con el propósito de robarles la camioneta sino porque es un mal que se va generalizando peligrosamente y muchas veces no se le da la cobertura periodística como se le dio a este hecho por demás deplorable.

Y esto no pasa solo en Lima. Las bandas de mafiosos prácticamente se han apoderado de gran parte de las principales capitales del país, siendo Trujillo, Chiclayo, Piura, Cusco, Arequipa, Ica y Tacna, las más afectadas. Los llamados marcas hacen de las suyas en los alrededores de las entidades bancarias, los secuestradores son un peligro público y los chantajistas y extorsionadores dirigen impunemente a sus secuaces desde las cárceles utilizando teléfonos celulares porque sus carceleros se hacen de la vista gorda, unos por miedo y otros por las propinas que reciben.

Las amenazas a los empresarios, los robos a mano armada, los asaltos a los ciudadanos y turistas, las violaciones a menores, los robos al paso y a los domicilios, son cosa de todos los días, sin que haya una reacción inmediata y eficaz de la policía. Es un hecho por demás lamentable la inseguridad en que vivimos. Los delincuentes hacen lo que quieren y, si son capturados, son puestos en libertad más rápido que inmediato por jueces corruptos, coimeros y sinvergüenzas.

Aquí hay que reformar todo. Pero, para esto tiene que haber una decisión política, con la finalidad que todos los organismos del estado vayan en la misma dirección. Hay que castigar a los infractores de la ley con todos los medios disponibles, de manera conjunta y sin miramientos ni contemplaciones. Para esto será necesario formar mejores policías en buenas escuelas y no en institutos improvisados y al salir que los efectivos dispongan de armas y elementos electrónicos modernos, así como de leyes que les permitan actuar con severidad. Pero también hay que poner el ojo en su conducta, porque no todos los policías son unos angelitos, se ha demostrado que algunos son parte del sistema delincuencial. Otra de las fallas es que, tanto la policía, las compañías de vigilancia y los serenazgos, no están articulados, existe un total divorcio entre ellos, ni siquiera se conocen sus verdaderas obligaciones, al contrario existe rivalidad y se echan la culpa de todoslos males.

Por otro lado, los jueces deben ser más estrictos en la aplicación de la ley y si estas no responden a sus requerimientos, el congreso debe modificar los códigos para que las penalidades sean más severas. Al mismo tiempo, el gobierno debe darle prioridad a la construcción de más cárceles pero no dentro de las ciudades, donde los reclusos gozan de muchas gollerías, sino en las zonas más alejadas y altas, donde el frío los haga arrepentir de sus delitos y les haga meditar en su equivocada conducta para que se regeneren y puedan reincorporarse a la sociedad.

Las autoridades educativas, los maestros y los padres de familia, tienen también una gran responsabilidad, porque es en los centros educativos donde se forman las pandillas y los primeros brotes de violencia callejera. Es allí donde debe empezar la tolerancia cero. Y, si se logra mejorar la educación en el hogar y la escuela, no habrá necesidad de construir más cárceles.

En cuanto a la corrupción, esta se encuentra enquistada principalmente en las entidades públicas. Y es allí donde se la tiene combatir. La coima se ha convertido en una costumbre.

Si Ollanta Humala no combate la corrupción desde ahora, es decir al inicio de su gobierno, terminará mal, como terminaron Alan García, Alejandro Toledo y Alberto Fujimori. Necesita hacer un shock contra la corrupción si realmente quiere moralizar el país.

En efecto, para que el país siga creciendo y sea manejable se requiere de medidas drásticas y reacciones inmediatas, al primer indicio de actos corruptos, mientras el poder judicial o el congreso realicen las investigaciones en los tiempos que generalmente terminan en las calendas griegas.

Que el señor Humala, tal como ofreció en la campaña, ponga en la cárcel a todos los corruptos que se enriquecieron con los fondos públicos. El ciudadano espera que estas ofertas no hayan sido solo poses electoreras sino un firme compromiso con el país.