“Después del matanacuy viene el muñanacuy” (Después de la pelea viene la amistad). Así simbolizó, utilizando el quechua, el presidente boliviano Evo Morales el reencuentro con su homólogo peruano Alan García para firmar la renovación del acuerdo de 1992 que le permite a los bolivianos el uso de una zona franca comercial en el puerto de Ilo (Sur del Perú) que, en un principio, se les había otorgado por cincuenta años y ahora es por 99 años, renovables.
Este relanzamiento del convenio, firmado originalmente por Paz Zamora y Fujimori y durante más de 18 años estuvo inactivo por el temor de invertir en terreno ajeno y sobre todo por suspicacias y recelos absurdos que se agravaron con los insultos y agresiones verbales por parte del presidente Morales a su homólogo Alan García, permitirá a los empresarios bolivianos adquirir propiedades bajo las leyes peruanas, sin afectar la soberanía nacional. Igualmente Bolivia podrá instalar almacenes y una escuela naval y utilizar libremente el puerto de Ilo para exportar sus productos como hierro, soya y alcohol y, a la vez, importar maquinarias y automóviles de los EEUU y Japón y petróleo de Venezuela.
Igualmente, el Perú debe beneficiarse con el mejoramiento de la infraestructura del puerto y la generación de fuentes de trabajo por las inmversiones bolivianas y, lo más importante, nuestros empresarios podrán hacer mejores negocios con sus pares bolivianos evitando el contrabando que tanto daño le hace a la economía de ambas naciones.
En un principio se temió que el relanzamiento del acuerdo provoque malestar en Chile, sin embargo, el presidente Sebastián Piñera, de visita e el Reino Unido, aclaró que “las relaciones entre Chile, Bolivia y Perú están mirando al futuro, a resolver los problemas. El pasado nos divide, el presente nos une”. Aunque, claro, no faltaron algunas voces altisonantes de uno que otro político chileno quienes, más por un afán de notoriedad que por razones que valgan la pena tomarlas en cuenta, dieron a conocer su disconformidad con el acuerdo y sobre todo con las las declaraciones del presidente Alan García quien dijo que “el Perú jamás será un obstáculo en el diálogo bilateral que debe conducir a que Bolivia recupere su salida soberana al mar”.
“El Perú sabe que es necesario que Bolivia recupere su salida soberana al mar. No es un país que haya nacido como Suiza, mediterráneo. Es un país que necesita el respaldo de sus hermanos para hacer un frente común en defensa de un derecho irrenunciable. Invocamos a que el diálogo bilateral conduzca a la recuperación de la justicia. Es injusto que Bolivia no tenga una salida soberana al océano. No queremos ofender a nadie pero si queremos que la justicia se abra paso”.
Este acuerdo, por donde se le mire, reafirma nuestro propósito de ayudar a un país hermano que perdió su salida al mar y por muchos años se mantuvo aislado del mundo. Sin embargo, para que se materialice, se debe mejorar la infraestructura, sobre todo el puerto para que puedan atracar barcos de más de cincuenta toneladas, tarea en la que seguramente ENAPU ya debe estar abocada. Y, por el lado de Bolivia, se espera que valore este nuevo gesto peruano de tenderle la mano en esta nueva etapa de buenas relaciones y sepa aprovechar esta gran oportunidad para lograr su desarrollo económico en beneficio de sus habitantes. No más insultos, no más politiquería, no más ofensas. Bolivia tiene que entender que así como los peruanos estamos dispuestos a defender nuestro territorio con patriotismo, también sabemos ser generosos con quienes nos necesitan. Por el lado peruano tampoco faltan objeciones como la que hace la congresista fujimorista Martha Moyano en el sentido que antes de firmarse el convenio debió consultarse con el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Eso mismo cree el congresista Raúl Stagnaro de Unidad Nacional. ¿Y si se consultó? No todas las consultas tienen necesariamente que hacerse públicas.
De todas maneras felicitaciones a ambos gobiernos por haber llegado a buen puerto y asimismo al embajador Manuel Rodríguez Cuadros por sus esfuerzos para culminar esta tarea pendiente en las relaciones de dos naciones hermanas.