Qullyur Riti

En las alturas de Ocongate, provincia de Quispicanchi, región Cusco, en los meses de mayo a julio los picos de las montañas se pintan de blanco y el ichu silva con el soplido del viento. Y la única forma de combatir ese frío de menos 5 grados que cala hasta los huesos, es abrigándose “por fuera y por dentro”, por fuera con una manta o un poncho de lana y por dentro con un trago de aguardiente de caña. Y para el mal de altura, no hay nada mejor que un mate de coca, aunque los lugareños recomiendan mascar las mismas hojas porque según ellos “es más efectivo”.Con las orejas, las manos y las narices frías, mis amigos y yo preferimos el mate, servido en un jarro de fierro enlosado, de esos que mantienen el calor y al agarrarlos con ambas manos nos calentaban las manos porque, por más que teníamos los guantes puestos, las teníamos más frías que un chupete de cincuenta centavos.- Amigos, carajo ¿por qué no se meten un trago?, nos sugirió Agripino, el guía y cargador de nuestras pertenencias, un muchachón que no llegaba a los 20 años, pero que parecía del doble de edad por las características de su rostro castigado por el clima seco, las noches heladas y el abrasador sol del mediodía. Nos vimos obligados a contratar sus servicios porque, más o menos a mitad del ascenso al Malhuayani, faltaba caminar el tramo más empinado y nuestros corazones empezaron a latir a más velocidad. No podíamos cargar ni con nuestro propio cuerpo, menos con nuestras pesadas mochilas y la pequeña carpa montañera que días antes me la compré a precio huevo a un turista mochilero que descansaba en uno de los bancos de la plaza de Armas del Cusco dispuesto a aligerar la carga que llevaba porque era más cómodo comprarse otra carpa a su vuelta que regresarlo hasta Suiza. Pero, no obstante que la carpa era liviana por su estructura de aluminio, nos parecía pesada por la empinada subida, y eso que los tres estábamos acostumbrados a la altura. Al ver a mis amigos con sus rostros pálidos, recordé que fui yo quién los animó para hacer ese viaje de aventura solo para estrenar mi carpa, pero no me hice pesar porque era realmente una aventura inolvidable. Felizmente que allí estaba Agripino, sentado sobre una piedra esperando a los peregrinos agotados como nosotros, justo en el lugar donde ya sabía que los “valientes muchachos de la ciudad”, “los pitucos que se creen machazos”, “los aventureros de calle” como los llamaba en burla, no podían resistir aquella dura caminata.Agripino, tenía en la chuspa una buena porción de coca y una botella de aguardiente de caña y en la lliclla una manta de lana de oveja y unas sogas de lana de alpaca al hombro. Y siempre estaba listo para ayudar a los peregrinos que osaran retar esas elevadas montañas de sus dominios. Su castellano era motoso, pero su corazón grande.- Buenos días ¿Necesitan ayuda señores? Nos preguntó con cierta sorna y a la vez con una increíble parsimonia que lo tomamos como una cachita por nuestro jadeo manifiesto.-¿Y cuánto nos costaría? Pregunté.-Cincuenta solcitos, nomás. Eso incluye el guía.-¿Y dónde está? -Yo mismo soy, respondió, golpeándose el pecho.Los tres nos miramos y movimos nuestras cabezas de arriba hacia abajo en señal de afirmación y total resignación. También acordamos que la alimentación que habíamos llevado en nuestras mochilas las compartiríamos con él.No nos hicimos pesar el haberlo contratado. Agripino era todo un conocedor de la zona y un erudito en materia de leyendas y cuentos, a pesar que apenas tenía quinto de primaria, no porque no quiso seguir sus estudios sino porque en su comunidad no había colegio secundario, solo una pequeña escuela fiscal.Cuando se le soltó la lengua hablaba hasta por los codos, unas veces en quechua y otras en español, y no lo paraba nadie, como ocurría con todos los guías hechos en la universidad de la vida y con una maestría en los mejores lugares turísticos del Cusco.Lo primero que hizo es contarnos que Quyllur Rit’i significa «Nieve de estrellas por el universo».En efecto, Esta es una festividad religiosa que se desarrolla en las faldas del nevado Ausangate, en la localidad de Mawayani o La Rinconada, distrito de Ocongate, en la provincia de Quispicanchi en la región del Cusco.La primera vez que conocí Ocongate fue cuando viajamos a Madre de Dios con Edmundo Montesinos en su camioneta WV, junto con Henry Aragón, otro amigo y un técnico de radio y pasamos por este lugar para luego continuar viaje a Marcapata, Quince Mil y finalmente llegar a Puerto Maldonado.Esta fiesta es una de las mayores celebraciones religiosas en honor al Señor de Quyllur Rit’i. Tanto la festividad como el mismo santuario fueron declarados patrimonio cultural de la nación el 10 de agosto del 2004. Asimismo, la peregrinación al santuario integra la lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.De Acuerdo a la leyenda, contada de boca en boca, en 1780 un niño llamado Manuel se le apareció a otro de nombre Mariano Mayta, un pastorcito de 12 años que vivía en las alturas del nevado Colquepunku. Ambos se hicieron buenos amigos.El pastor vivía con su hermano de 16 años en una cabaña cerca de Mahuayani y su padre en una estancia de la misma zona. Ambos hermanos se dedicaban al pastoreo de auquénidos y ovinos en la hoyada de Sinakara, al pie del Nevado de Qolqepunko.El hermano mayor, sin dar explicaciones abandonaba la vivienda con frecuencia, dejando solo al menor. Hasta que un día, cansado de esperarlo, Mariano decide ir a Mahuayani dispuesto a contarle a su padre de las escapadas de su hermano mayor. Pero este se le había adelantado, acusándolo a Mariano de ser un niño desobediente y ocioso. Y el padre, en lugar de castigar al hermano mayor se la emprende contra Mariano y lo obliga regresar a la cabaña.Al día siguiente, su hermano mayor vuelve a abandonarlo. Nunca se supo el motivo de sus correrías, se cree que estaba en amoríos con una muchacha que vivía en los alrededores. Fue entonces que Mariano, angustiado por la soledad y el hambre, decide trasponer el nevado, pero cuando se dirigía al lugar, se encuentra con un niño, más o menos de su edad, quien le pregunta qué es lo que le sucedía y por qué quería atravesar el nevado poniendo en peligro su vida.Mariano le respondió que no quería volver donde su padre para que no lo castigue por culpa de su hermano mayor.El niño le aconseja que no tome esa decisión fatal y le ofrece comida para que mitigue su hambre, además de acompañarlo en sus labores de pastoreo.Al regresar a la cabaña no cuenta a nadie de su aventura, pero tampoco puede dejar de pensar en aquel niño bondadoso que había conocido y lo había ayudado.Al día siguiente, como siempre Mariano se levantó temprano y se fue a pastar el ganado en el mismo lugar donde aquel niño extraño le había prometido esperarlo. Ahí estaba él.Sus encuentros son más frecuentes y todos los días el niño llamado Manuel no le hacía faltar al menos una ración de comida para saciar su apetito.Hasta que un día, un comunero que buscaba una llama que se le había perdido divisó en las laderas del Sinakara, que Marianito jugaba con un niño extraño. Pensando que se trataba del hijo de algún familiar o amigo alojado en la casa de los Mayta, no le dio mayor importancia.El los días siguientes, el comunero vuelve a ver la misma escena. De regreso a Mahuayani, le comenta el hecho al padre de Mariano y este, de inmediato, se dirige a la cabaña donde vivían sus dos hijos, encontrando solo al menor, por lo que montó en cólera.Preocupado empezó a contar sus animales y para su sorpresa habían aumentado en número y en los depósitos había una sorprendente cantidad de lana hilada, mucho más de la que había dejado.Pero allí no terminó su sorpresa. Al ingresar a la cocina vio que todo estaba limpio y en orden, las alacenas llenas y las paredes pintadas impecablemente. Al preguntarle a su hijo por qué no cocinaba, este le respondió que no tenía necesidad porque un amiguito le facilitaba todas las cosas, le brindaba alimento, le ayudaba a pastar el ganado y hasta a hilar.Pasaron los días y Mariano, notó que su amiguito nunca se cambiaba de ropas y le preguntó por qué usaba el mismo atuendo. Manuel le respondió que no tenía otro vestido porque la tela con que estaba confeccionado su traje no había en esos lugares. Es cuando le ofrece conseguir la tela como agradecimiento por toda su ayuda con tal que le dé una muestra. Y así fue.Este hecho se lo comentó a su padre, quien conmovido le sugiere a Mariano viajar solo a Cusco para conseguir la tela porque él no podía acompañarlo por razones de trabajo.Entusiasmado, y a la vez preocupado, Mariano llega al Cusco y recorre todos los establecimientos comerciales en busca de la tela, pero no pudo encontrarla, ni siquiera una parecida.En una de las tiendas, uno de los empleados, que conocía bien de telas, luego de revisar la muestra una y otra vez, le aconseja averiguar en el Arzobispado porque, según le dijo, solo los Obispos podían tener ese tipo de material. Así que logra entrevistarse con el prelado, quien escucha con atención al niño.El Obispo Moscoso, disimulando muy bien su sorpresa, le afirma que esa tela no existía y le sugirió regresar y acudir donde el párroco de Ocongate, Pedro de Landa, no sin antes entregarle una carta lacrada donde le decía al párroco que averigüe en secreto la procedencia de la muestra de tela que tenía Mariano, porque tenía la sospecha que se estaba cometiendo un sacrilegio en vista que la muestra era similar a las telas importadas y administradas solo por la iglesia para la confección de la indumentaria de los sacerdotes y las imágenes de los santos.El Párroco, luego de leer la carta le convence a Mariano para que lo lleve donde su amiguito que usaba el vestido confeccionado con ese tipo de tela.Después de un largo viaje, un 12 de junio de 1783, una comitiva encabezada por el clérigo llega a un punto de la cordillera del Sinakara, donde efectivamente se ve a un niño que vestía una túnica blanca, pastando el ganado en reemplazo de Mariano. Pero cuando se aproximaron, una luz intensa los ofuscó y no fue posible acercarse a él.Días después, el Párroco convocó a las autoridades de la comunidad y vecinos para ir tras el niño de la túnica.Al llegar al Sinakara, en el instante en que se acercan al niño, otra vez una luz intensa no les permitió mirar bien y deciden rodearlo. Ante la sorpresa de todos, la figura del niño se elevó y se dirigió hasta las rocas y vieron que encima de un árbol de tayanka, apareció la figura de Cristo en el momento de su agonía. El sacerdote y su comitiva, quedaron perplejos y no les quedó otra cosa que inclinar sus cabezas y postrarse de rodillas.Entretanto, Marianito al ver la imagen de Cristo y no de su amiguito pensó que lo habían matado porque manaba sangre de su rostro y cuerpo. Lloró, clamó misericordia y preso de la angustia falleció. Así termina la leyenda. Actualmente se cree que el cuerpo de Mariano se encuentra enterrado al pie de la misma roca que hoy se venera.Enterados de los hechos y con el correr de los días, miles de fieles empezaron a llegar hasta el lugar para elevar sus oraciones. Hoy se ha convertido en una de las fiestas religiosas más bellas del Sur del Perú.La festividad de Quyllur Rit’i reúne a más de 10 000 peregrinos cada año, se realiza 58 días después de la Pascua de Resurrección que este año (2021) cae el 23 de mayo. Hasta este lugar llegan delegaciones de las llamadas “naciones” entre ellas Canchis, Paucartambo, Acomayo, Paruro, Anta, Urubamba y Quispicanchis. La “Nación Tawantinsuyo” está presidida por Alejandro Castillo. Asimismo, se trasladan peregrinos de las regiones de Apurímac, Puno y Ayacucho y comunidades rurales cercanas. Estas delegaciones hacen su arribo al santuario portando una pequeña imagen de Cristo, acompañadas de un gran elenco de danzantes y músicos, cuyos atuendos, música y danzas, constituye un gran atractivo.La festividad es organizada por la Hermandad del Señor de Quyllurit’i, una organización laica. Los Pablitos o Ukukos se encargan de darle un gran colorido y alegría además de mantener el orden durante la celebración.Los preparativos empiezan el día de la Ascensión con la procesión del Señor de Quyllor Rit’i desde su capilla en Mawallani hasta su santuario en Sinakara.El primer miércoles después de Pentecostés, una segunda procesión lleva una estatua de Nuestra Señora de Fátima desde el santuario de Sinakara hasta una gruta cuesta arriba.La mayoría de los peregrinos llegan el domingo de Trinidad que es cuando la eucaristía sale en procesión por el santuario; al día siguiente el Señor de Quyllu Rit’i es llevado en procesión a la gruta de la virgen.En la noche del segundo día, los danzantes bailan por turnos en el santuario. Al amanecer del tercer día, ukukus agrupados por naciones escalan los glaciares del Qullquipunku para recoger las cruces puestas en la cima. De regreso traen bloques de hielo considerados de poseer cualidades milagrosas y medicinales.Les puedo asegurar por experiencia propia que esta peregrinación al Santuario de Qoyllu Riti no es solo para muchos sino, sobre todo, para machos que tienen agallas para ascender esas montañas con el propósito de pedir un milagro o agradecer un favor recibido.De acuerdo a la versión del Antropólogo Jorge Flores Ochoa, mi catedrático en la Universidad San Antonio Abad en mi época de estudiante, fallecido recientemente, “originalmente esta celebración era estrictamente campesina y muy cerrada, pero a partir de que la Iglesia difunde la aparición de Jesucristo en Sinakara, se inicia la llegada paulatina de nuevos peregrinos, gran parte de ellos de las zonas urbanas. Es probable que en algún momento, como se escucha insistentemente las naciones andinas cambien el escenario de la peregrinación”.Y bien, Los tres amigos, ayudados por Agripino, trepamos la montaña con más tranquilidad. A mitad de camino se nos unieron, o mejor dicho buscamos hacer migas, con tres jóvenes turistas extranjeros, dos bellas chicas y un jovencito, que nos alcanzaron porque, como buenos suizos, ese ascenso les parecía un juego de niños.-Nosotros hablar poco español -No se preocupen chicos, aquí tenemos a nuestro traductor, les dijimos dirigiendo nuestro dedo índice hacia Agripino, quien se sabía varios idiomas.-¿Y dónde aprendiste tantos idiomas? Le preguntó una de ellas en francés.-Aquí, conversando con los turistas. Estas montañas son la mejor universidad. Aseveró.En la hoyada del Sinankara, a 4,800 metros sobre el nivel del mar, al igual que miles de peregrinos empezamos a desarmar nuestras carpas. Como vecinos teníamos a turistas de otras ciudades del Perú y algunos del extranjero, entre ellos los suizos con quienes la noche nos pareció corta, contemplando las estrellas y hablando de todo en un idioma algo perecido al esperanto porque juntábamos las palabras de todos los idiomas para poder entendernos, incluido el español que es la lengua que más o menos hablaban ellos, mientras Agripino dormía.Hasta que, luego de los sendos tragos que bebimos, acompañados de galletas untadas con crema queso y aceitunas y los excelentes bocaditos embolsados que tenían en sus mochilas nuestros ocasionales amigos suizos, caímos rendidos. Los músicos y danzantes, acostumbrados al clima, pero agotados de tanto bailar, extienden sus ponchos sobre el ichu y bajan las orejas de sus chullos para descansar colocando sus cabezas sobre sus atados, no sin antes haber disfrutado también de reparadores tragos de pisco con coca cola y unas gotas de limón, la mayoría lo prefería el pisco puro, para luego caer rendidos en un profundo sueño.Las naciones llevan sus cruces en procesión hasta el nevado del Sinakara y allá las dejan hasta la madrugada del martes.Los pablitos, que son mitad hombre, mitad oso, o mitad alpaca, regresan cargando pedazos de hielo en sus espaldas que al derretirse se convierte en agua bendita que los fieles tratan de adquirir a como dé lugar.Estos, pabluchas o ukukos, no solo tienen esa misión, también se pasean látigo en manos para evitar que alguien se salga de las normas en la hoyada del sinankara donde generalmente reina el caos, el desbande y la farra, o en la travesía de las cruces y apachetas.La vista impresionante que deja paralizado al visitante por su belleza, con miles de carpas y tiendas de todos los colores en las faldas de los cerros.Otro espectáculo maravillosa se experienta cuando los pabluchas entran para adorar la roca sagrada y venerar a la Virgen de Fátima. Es la fiesta del gran fervor católico, pero también del homenaje a los Apus, Otro hecho aparte es el ritual secreto de los ukukos o pablitos y los varones solteros y luego su retorno cargando en sus espaldas bloques de hielo y agua del Sinankara para darles a los peregrinos, así como la misa en honor del Señor de Tayankani y la procesión en la tarde. Un acto especial constituye la bendición en la misa de los fieles y las alasitas, pequeños objetos que representan diversos objetos como casas, carros, dinero, y todo aquello que se desea poseer. La fiesta llega a su fin con la bajada a localidad de Ocongate donde alk son de la música se realiza la guerra entre Qollas y Chunchos en medio de danzas las delegaciones.Todos se despiden, unos con la promesa de volver al año siguiente y otros, quizás, para nunca más volver. Mis amigos y yo también nos despedimos de quienes habíamos conocido, y con quienes habíamos pasado los momentos más bellos de este inolvidable peregrinaje. No derramamos lágrimas, pero sí los abrazos de despedida, fueron prolongados,emotivos, fuertes, porque sabíamos que que esta era una despedida, quizás, para siempre.