No es una exageración decir que uno de los peores males que afronta nuestro país es la informalidad. Es el cáncer que debe ser extirpado antes que haga metástasis y destruya todo el aparato del estado y la nación en su conjunto.
En los últimos días hemos visto con horror cómo se derruían viviendas en Chosica por los huaycos y la crecida del río Rímac porque fueron construidas de manera informal, sin licencia, sin tener en cuenta las condiciones del terreno y sin ninguna orientación profesional. Igualmente, hemos observado a través de la televisión cómo en Ica nueve trabajadores quedaban atrapados en el socavón de una mina informal. A diario vemos las calles llenas de vendedores ambulantes que nos meten por las ventanillas abiertas de nuestros vehículos la mercadería que venden, reparadores de carros, expendedores de alimentos, comerciantes invasores de las aceras y nadie dice nada.
Estos hechos nos muestran la gravedad de este caos que impera en nuestro país, donde unos pecan de irresponsables construyendo sus casas en lechos de ríos y en lugares expuestos a las inundaciones, a las avalanchas y a los peligros generados por los movimientos sísmicos y otros que sin autorización cavan las entrañas de la tierra para sacar oro y otros minerales, exponiendo sus vidas de manera irresponsable y temeraria. Y, lo que es peor, son objeto de la explotación de malos empresarios que trabajan ilegalmente.
Lo imperdonable es la cómoda posición que han asumido y siguen asumiendo las autoridades municipales y de Defensa Civil quienes, en lugar de hacer respetar la ley y las disposiciones municipales, de manera cobarde eluden sus responsabilidades permitiendo la informalidad y el desorden, alegando a manera de disculpa que este es “un problema social que viene de muchos años atrás”
Es verdad que este es un cáncer que se inició todavía a fines de los sesenta cuando al chino Velasco se le ocurrió la infeliz idea de hacer una revolución estatizándolo todo, hasta la bacinica de la abuelita, pero eso no puede ser una justificación para que las actuales autoridades se queden de brazos cruzados. Nadie refuta que aquel remedo de revolución fue hecha a la prepo, es decir al caballazo, llena de equivocaciones.
Como consecuencia de esas equivocaciones, miles de trabajadores se quedaron en la calle. Y, en el colmo de los colmos, para solucionar estas metidas de pata, los ideólogos de la revolución recomendaron dar libertad a los desocupados para que se inventen un trabajo. Nadie olvida que los profesionales se vieron obligados a comprar carros de segunda mano y hacer taxi para parar la olla, los obreros se convirtieron en choferes de los nuevos ricos, es decir de los dueños de combis, que generalmente eran militares quienes, aprovechándose de sus cargos, sacaron autorización para operar líneas de microbuses en toda la ciudad. Y, los desocupados menos preparados, es decir aquellos que no tenían ninguna especialidad y no sabían ni conducir un auto, invadieron las calles para dedicarse al comercio ambulatorio. Así se apoderaron de las propiedades del estado, parques y avenidas y nacieron los famosos polvos azules, rosados y de todos los colores y El Hueco, feudos donde no pagaban tributos.
Algunos tiovivos vinculados al gobierno se compraron casonas y solares a precio huevo para hacer galerías que los alquilaban de manera informal a los que se iniciaban en el negocio y así surgieron nuevos comerciantes en Mersa Redonda, los alrededores del Mercado Central y en otros distritos donde, para intervenir, los funcionarios de la Sunat tenían que vestirse y armarse como robocop si querían salir con vida.
Lo más fácil para todos los gobiernos siempre fue no hacer nada y permitir que la informalidad, el contrabando y la evasión tributaria campeen porque, en algunos casos, los funcionarios corruptos salen beneficiados y en otros no quieren chocar con esa mafia que maneja miles de soles y de votos. En la informalidad está la caja de la corrupción, ahí está el dinero negro, la coima y la cutra.
Por otro lado, ningún mandatario, por más que tenga las mejores intenciones, podrá romper con la corrupción, sobre todo de los de los de arriba porque estos siempre tienen buenos contactos y saben cómo de frenar cualquier intento de sanción. En el Poder Judicia es donde más reina la corrupción. Aquí las medidas cautelares no salen gratis, cuestan un huevo de plata, en la policía los efectivos también exigen la suya, en los Municipios tienen que caerse con algo para que las licencias de contrucción o de funcionamiento de locales salgan como por un tubo, sino duermen el sueño de los justos. Se suelta plata para que los inspectores se hagan de la vista gorda y en la Sunat es donde no tienen mayor problema porque esta entidad no se mete con los grandes, solo con los chicos.
La informalidad es la madre de la corrupción en los ministerios y en otros organismos del estado. ¿Acaso no hemos visto hace poco cómo un alto funcionario del Ministerio de Energía y Minas manejaba con toda concha la minería informal en Madre de Dios? Un pobrecico minero informal que tenía ganancias de casi mil millones de dólares anuales por la venta ilegal del oro.
El mal de la informalidad es crónico. La proliferación de asentamientos humanos, la existencia de los mototaxis y taxis con el timón cambiado, es también resultado de la informalidad. Los choferes de combis y microbuses que no sé cómo diablos sacan sus brevetes son también informales. Casi todo el transporte es informal por eso tenemos combis asesinas, choferes violadores y controladores hijos de la guayaba.
El único alcalde que murió en su intento de ponerle coto a la informalidad callejera fue Alberto Andrade, por eso Fujimori y Montesinos le hicieron vida imposible porque ambos se nutrían de la informalidad y la corrupción.
Ahora, la alcaldesa Susana Villarán está intentando hacer algo con el transporte buscando formalizar a los taxistas y microbuseros pero sus enemigos no le dan tregua y estoy seguro que no le permitirán avanzar mucho. Y, como tampoco la prensa la quiere, estoy seguro que le hará la vida imposible. Ya la ñpoblación se ha dado cuenta que esa prensa está jugando en pared con la oposición para traérsela abajo. Ya empezó con su tarea de domolición alentando nuevamente a los autores de la revocatoria, haciéndoles entrevistas y brindándole generosamente sus primeras planas.
En medio de este caos, resulta alentadora la posición asumida por el Estado en Madre de Dios, donde la policía con el apoyo de las FFAA ha logrado poner las cosas en su sitio. Pero esto no hubiera sido posible sin una clara decisión política del propio presidente de la República a quien hay que reconocerle que tuvo los cojones de enfrentarse a esa mafia enquistada en Madre de Dios y hasta en las altas esferas del Ministerio de Energía y Minas.
Eso mismo exigimos de él en otros problemas igual de graves como es la delincuencia, el narcotráfico y el contrabando. Por ahora debería darle todo el apoyo que necesita la alcaldesa para romper con las argollas en el transporte y en su proyecto de terminar con el caos existente en la construcción de locales comerciales y viviendas irregulares.
Todos deberíamos colaborar denunciando sin temor a los proveedores de químicos, como el mercurio y el ácido sulfúrico, que se usan en la minería informal donde, al igual que en el narcotráfico, todo se maneja con dinero, pagando coimas en las garitas de control, comprando informantes en los organismos del estado, sobornando a las autoridades policiales y judiciales y premiando a todo el que se hace de la vista gorda. Estas mismas mafias manejan la prostitución, el contrabando y el tráfico de menores. No tienen escrúpulos, Han tenido el descaro de filtrarse hasta en el proceso electoral apoyando candidatos.
La informalidad y la corrupción están en todas partes, en el comercio ambulatorio donde impunemente se vende desde medicinas hasta carburantes adulterados. Hay médicos informales que hacen cirugías plásticas y abortos clandestinos, oculistas bamba que miden la vista en plena vía pública y dentistas que sacan las muelas en callejones y pasajes. Y para espanto del mundo hay boticas informales que venden antibióticos y otras pastillas hechas con harina y otros polvos milagrosos. Existen clínicas que arrojan sus desperdicios tóxicos al desague, abogados bamba que esperan a sus víctimas en las puertas de los juzgados y hasta periodistas que se aprovechan de funcionarios corruptos y figuretis de la farándula.
Lo único que nos falta es que las misas también sean informales. No sería raro porque no hace mucho se descubrió que un cura no era tal sino un impostor que se dio el lujo de celebrar varias misas, consagró la hostia y hasta dio de comulgar a los feligreses. Después de esto, que Dios nos agarre confesados.