La Tía Marina, inolvidable emprendedora en la culinaria cusqueña

En la segunda mitad de la década de los sesentas, los alumnos de la facultad de Derecho de la Universidad San Antonio Abad del Cusco nos sentíamos más privilegiados que nuestros compañeros que estudiaban en la ciudad universitaria de Perayoc porque nuestra casa de estudios estaba en plena plaza de Armas, exactamente al costado de la Iglesia de la Compañía de Jesús de una de las ciudades más admiradas del mundo, Patrimonio de la Humanidad, edificio que tenía un paraninfo donde se realizaban las ceremonias más solemnes de la ciudad imperial.El Decano era el Dr. Enrique Holgado Valer, un distinguido y admirado profesional y un caballero. Del mismo modo, mis catedráticos eran profesionales de prestigio. No coroné esta profesión porque el periodismo siempre fue mi verdadera vocación.Entre clase y clase, los alumnos salíamos a la plaza a la que convertimos en nuestro gran patio de recreo porque el de la facultad no era muy grande, aunque tampoco era muy chica para no caber todos. En la plaza teníamos a nuestra disposición los mejores restaurantes pero, como la mayoría de estudiantes, no teníamos mucho dinero y tomábamos el desayuno en una pequeña cafetería de los portales que consistía generalmente en un café con leche. en vaso, con un pan de Oropesa y un platillo de nata.A las 11 de la mañana nos íbamos en mancha al portal de Belén para saborear los tamales, dos por un sol, precio que sí se adecuaba a nuestros bolsillos casi siempre desfondados. Al resto de comensales las señoras que atendían les cobraba el doble. Esta rebaja especial era como agradecimiento a los chicos de Derecho porque cada vez que la policía municipal las amenazaba con desalojarlas salíamos en su defensa, bueno, por algo estudiábamos leyes.Allí estaba Doña Josefina, con sus tamales y humitas tan deliciosos como los de Julia Huayllani heredera de la culinaria de su madre Josefina Ramírez.Apenas terminaba la clase de 10 a 11 salíamos volando al portal de Belén antes que lo invadan los cientos de empleados públicos y privados que trabajaban en los alrededores .-¿Salados o dulces, jóven?-Uno salado y otro dulce, pero rapidito porque la clase de las once está por empezar.Lo que más nos sacaba bronca era que algunas señoras se nos adelantaran para llevarse los tamales por docenas no solo para enviarlos a Lima sino para los compromisos que tenían los cusqueños adinerados o también para sus negocios–Mamay, 50 tamales y que estén fríos por favor porque es para enviar a Lima. Pedía una encopetada señora acompañada de su empleada-Caserita solo me queda cuarenta fríos.-No importa, lo puede completar con diez calientes y seguro que me dará unos cinco tamalitos de yapa. ¿no?-Mamita, estos chicos me están esperando y ya no me queda más.-¡Qué va! Estos muchachos pueden esperarse, en cambio mi hijo en Lima, no.Así de gruñonas eran algunas clientas y por eso había que salir volando de clases para no quedarnos con el estómago vacío y las ganas en la boca. Cuando empecé a trabajar en radio El Sur, cuyos estudios estaban ubicados en la Av. Huayna Cápac, los locutores, operadores, periodistas y personal administrativo, empezando por el gerente Gilberto Muñíz Caparó, íbamos a la Av. De la Cultura para comprar los tamales hechos por la Sra. Marina Olivera de Willis, conocida y reconocida como la “tía Marina” quien sin embargo de tener una gran clientela, siempre nos guardaba unas cuantas piezas de esta delicia de la cocina cusqueña, para satisfacer nuestro voraz apetito de las once de la mañana.Fue cuando recién aprecié la calidad humana de esta dama cusqueña y comprobé que los mejores tamales del Cusco salían de sus maravillosas manos. Desde aquella época me convertí en su cliente. Y cada vez que volvía de Lima a la ciudad de los incas, la visitaba en compañía de mis entrañables amigos cusqueños.La última vez fue en la primera etapa de la urbanización Mariscal Gamarra, donde se estableció luego de dejar el local de la Av. de la Cultura. Fuí con mi amigo Pepe Teves. Como tenía los deliciosos tamales y las humitas dulces,, así como los exquisitos patitos de maíz, (maicillos) y cocadas. Esta fue quizás la última entrevista que la señora Marina de Willis tuvo con un periodista.Pepe y yo la escuchamos recordar con añoranza sus inicios en la Av. De la Cultura, frente al Colegio Clorinda Matto de Turner. “Apenas me casé mi esposo se fue a trabajar a la selva (Tunquimayo) para sacar oro y tener unos ahorros. Felizmente que salió con algo de dinero, gracias a Dios” nos dice emocionada.“Y como siempre pensamos que mejor es ser cabeza de ratón que cola de león, pusimos el primer negocio, yo con los tamales y él se compró una combi VW para hacer movilidad escolar. Felizmente nos fue bien. Al principio enviaba los tamales a una cafetería que tenía Mario Muñíz en la Plaza San Francisco. Primero 20, después 50 y luego 100, y todo volaba. Hasta que nos animamos a poner nuestro propio local. Vendíamos tamales y jugos de papaya y tumbo, luego hicimos los patitos de maíz y las cocadas. Teníamos la ayuda de varios jovencitos que hoy ya son profesionales. Mejor no le digo sus nombres porque a lo mejor se podrían avergonzar”. Nos advirtió.-Mientras hablamos qué tal si nos comemos unos tamalitos? Me pregunta.-A eso vinimos mi amigo Pepe Teves y yo, por favor señora.-Qué jugo prefiere? Yo le recomiendo de sauco o de papaya, este último es hecho con nuestra papaya serranita.Y mientras lo preparaban, la mujer que dedicó gran parte de su vida a la elaboración de este potaje de los dioses me siguió contando que ahora los tamales los solicitan más de Lima. “Entre las que me piden está por ejemplo Carola Ayres. Últimamente, Cecilia Luglio. La administradora del Hotel Sheraton me ha pedido como trecientos tamales para una reunión de cusqueños”.“De otras ciudades me piden o vienen. Le cuento que una vez vino Alan García, se sentó en el mismo lugar donde está usted. No se imagina con qué gustó se comió varios tamales. Aquí vienen Ministros de Estado y otros funcionarios. Una vez estuvo también la tía de Fujimori”-Y, le pagaron? Le pregunté.-ja ja ja, sí me pagaron. Me respondió con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Sabe qué? Cuando vino Alan, llegó con un séquito de guardaespaldas y policías. Había varios patrulleros afuera y los vecinos pensaron que me habían asaltado.También me visitó Belaunde Terry, en su primera campaña, iba todos los días a tomar desayuno a la cafetería con un ingeniero que le decían “Pisotón”, que era el que pagaba la cuenta porque, oiga usted, Belaunde no tenía mucho dinero, era pobre. Era una persona muy simpática y muy educada.La señora Willis, a sus años demostró ser una mujer de lucha, seguía trabajando. Quería entrañablemente al Cusco y cuando le hicimos preguntas, sin pelos en la lengua nos dijo “Es criminal que camiones pesados pasen por Ollantaytambo y es una vergüenza que no se construya el aeropuerto de Chinchero. Lo que más me molesta es el desorden que hay en Cusco, especialmente en el tránsito. El otro día tuve que ir al médico en el centro y a pesar que salí con anticipación llegué con las justas y con los nervios en punta. Los taxis ya no quieren ir al centro. Entre Limacpampa Grande y Chico hay unos atolladeros, santísima virgen…de los mil demonios. La gente ya no respeta a los ancianos, ni nos miran, parece que fuéramos invisibles”. Se quejó.Cuando le pregunté que, si había recibido algún homenaje de la Municipalidad o del Gobierno Regional, me dijo que jamás.-Dicen que los homenajes los solicitan. Yo jamás lo hice. Seguramente por eso” Me respondió. Y luego continuó:-Mire, en nuestro Cusco ya no hay árboles, tampoco hay capulí ni durazno. Antes los vendían en abundancia, en puctus ¿Se acuerda?No hay frutilla porque no hay sapos, ni ranas. Antes había cualquier cantidad de estos animalitos en Anta y los llevaban al valle para que se coman las plagas de la frutilla y dicen que como han fumigado toda la Pampa de Anta, los sapos han muerto.-Qué nos puede decir del éxito de la quinua?-La están promocionando en el extranjero y la han encarecido. La mejor calidad se la llevan afuera y nos dejan la peor. Se está politizando con la quinua.Cuando le preguntamos qué haría si fuese alcaldesa del Cusco, nos respondió de inmediato. “Si yo fuese alcaldesa, me gustaría arreglar los mercados. El de Huánchac debería ser una joya. Las calles que fueron desalojadas de ambulantes, nuevamente han sido ocupadas por los contrabandistas”.“Otra cosa, es una salvajada lo que han hecho con el puente de Urubamba, sigue con un puentecito ridículo, Bayley o no sé cómo lo llaman. En Urubamba me regocijaba viendo maizales, ahora hay casas y hoteles. Se está destruyendo la agricultura. Los hijos de Orihuela, los Lámbarry, De Bari, los North, parece que ya no están en el campo. Qué pena. Antes se cocinaba choclos y mote, ahora ya no hay, todo se lo llevan para la exportación.A usted yo siempre lo escuchaba en la radio, ¿por qué se ha ido a Lima, si es tan fea? Mejor se hubiera quedado aquí nomás porque ahora la radio…mejor no le cuento.La señora De Willis nos mencionó, asimismo, que se sentía orgullosa de haber estudiado en el Colegio María Auxiliadora. “Siempre voy a sus misas” Nos afirma como diciendo que vive muy agradecida para la patrona de su ex colegio.-Bueno señora, se me acabó el tiempo, gracias por su sinceridad. ¿Cuánto le debo?-¡Por favor! Si apenas se ha servido un poquito. A usted lo recordamos con cariño. Ojalá vuelva siempre.-Mi amigo Pepe Teves y yo no la olvidaremos, pero no saldremos de su local si no pagamos la cuenta.-Bueno pues, mejor, así seguiremos conversando, no se preocupen, vayan con Dios hijos.Antes de cumplir 96 años, el 24 de noviembre del 2013, murió la señora Marina Olivera Yábar de Willis, “La tía Marina del Cusco”. Quienes la conocimos aún esperamos que la Municipalidad del Cusco le rinda un homenaje póstumo poniendo su nombre en el lugar que le corresponde como una exponente de la culinaria tradicional cusqueña. Nunca es tarde.