El poder de los Medios de Comunicación.

En la víspera de la Navidad de 1906, un viento helado proveniente del ártico azotaba el rostro de los tripulantes de los barcos que navegaban frente a las costas de los Estados Unidos. Los marineros que se alejaban del puerto tenían la mirada perdida en la inmensidad del océano y se les hacía un nudo en la garganta por la nostalgia de alejarse de los suyos en una fecha tan significativa. Y aquellos que se hallaban a bordo de los gigantescos pesqueros que se acercaban al puerto, se frotaban las manos, no tanto por el frío que llegaba a los 10 y 15 grados bajo cero, sino por la alegría de llegar a casa justo para la nochebuena.
Los únicos que parecían no darse cuenta de lo que ocurría en cubierta eran los operadores de radio porque estaban distraídos rastreando los mensajes que también navegaban, no precisamente por el agua, sino por el éter, enviados por los operadores de otras naves que viajaban por algún lugar del océano.
De pronto, empezó a escucharse una señal continua de voces, muy diferente a los conocidos traqueteos cortos y largos del alfabeto Morse. ¡No lo podían creer! Eran las ondas del primer programa de radio de la historia.
Es fácil imaginar la gran sorpresa de estos operadores porque, desde aquel 24 de agosto de 1844 en que por primera vez la humanidad había escuchado aquel histórico mensaje de puntos y rayas transmitido a través del invento de Morse, el mundo no había escuchado nada nuevo en el campo de las comunicaciones.
Algunos de los primeros cien receptores de amplitud modulada que se habían fabricado, se hallaban en tierra y, los otros, en los barcos de propiedad de la United Fruit Company que navegaban en ese momento por el Atlántico.
¿Y quién tuvo el privilegio de emitir este primer programa radial? Nada Menos que Reginald Fessenden, desde el Brant Rock Station de Pittsburg, al sur de Boston.
Esta primera audición fue breve, pero de gran trascendencia. Comprendía un pequeño discurso, la declamación de un poema, la lectura de un pasaje de la Biblia y una canción navideña ejecutada en violín.
Tratándose de una fecha de tanta significación espiritual, me pregunto ¿Qué habrán pensado estos primeros radioescuchas?
Imagino que, al oír el villancico “Noche de Paz”, muchos habrán hecho retroceder su imaginación en el tiempo para ubicarse en el Día 1 del Año 1 de nuestra Era y empezaron a dibujar en sus mentes el pesebre de Belén donde un ángel ejecutaba en violín las notas de aquella música celestial.
Porque ese es el don de la radio, incentivar nuestra mente para transportarnos a un maravilloso mundo de fantasías. De hacernos disfrutar de dulces sueños y, claro, algunas veces de pesadillas. Felizmente que son más los momentos gratos que nos hace pasar que los tragos amargos que nos brinda. Su contribución a la humanidad es invalorable, sobre todo cuando es conducida por profesionales responsables y capacitados. Pero, si por desgracia cae en manos de conductores que no reúnen estos atributos, se puede convertir en una onda letal, más destructiva que una bomba atómica porque los comunicadores tienen la capacidad de transformar la palabra en una peligrosa arma sicológica, al punto de influir en el cerebro del hombre, haciéndole ver las cosas buenas como malas, o viceversa.
La influencia de la radio y, en general de todos los medios de comunicación, es tan grande que tiene el poder de manipular la conducta humana. Es capaz de crear o destruir candidatos presidenciales y congresales, Puede orientar y desorientar a los votantes en los comicios generales. Por eso, cuanto más alejada esté de los intereses económicos, políticos y religiosos, servirá mejor a las nobles causas de la humanidad.
Como seres civilizados, tenemos la obligación de cuidar su manejo. Pero, no solo de la radio sino de todos los medios de comunicación porque el derecho a la información es un derecho de toda la sociedad, tan importante como el derecho a la salud, la educación y al trabajo.
La radio, no es solo una caja parlante, tiene vida y es a la vez parte de nuestra vida, por más que, a veces, ni siquiera le prestemos mucha atención pero, ahí está, acariciando nuestros oídos como el rumor de un río que se desplaza tranquilo, poniendo paz en la ribera, contándonos las noticias, brindándonos un consejo. Y cuando no está presente, nos sentimos como ermitaños que dan vueltas en un círculo de confusiones, aburrimiento y malhumor.
Esto debe obligarnos a los comunicadores a difundir contenidos con un gran valor cultural y no de regresión moral. Y como líderes de opinión debemos saber que el manejo de los medios exige de una gran preparación, igual que el piloto de un avión de pasajeros requiere de un cuidadoso entrenamiento para llevar a su destino la nave que está a su mando.
Los locutores somos los conductores que tenemos la obligación de cuidar nuestro lenguaje, el tono de voz, intencionalidad, la correcta lectura e improvisación, para no distorsionar los mensajes. Es importante también el grado de alfabetización oral, es decir la capacidad cultural para comunicar. Las nuevas técnicas recomiendan incluso tomar en cuenta el contexto y el momento en que se deben lanzar los mensajes.
Algunos de mis colegas de radio dirán en su defensa, que “no hay palabra mal dicha, sino mal interpretada”. Como respuesta, les recuerdo que esa interpretación dependerá mucho de la forma cómo nos expresemos, la manera cómo emitamos el mensaje, el estilo y las palabras que utilicemos.
Se los digo por experiencia, por haber trabajado cincuenta años en los medios de comunicación: Para usar el micrófono se requiere de habilidad, pero también de capacidad. La voz debe tener matices, altura, agilidad y gravedad y, sobre todo autoridad, teniendo en cuenta que cada sonido que se emite activa una reacción del oyente, unas veces puede ser una sonrisa, una mueca y otras hasta una dura interjección, porque el oyente no es un ente estático, está descifrando permanentemente todo lo que dice el locutor. Por eso, quien decida trabajar en este importante medio, además de poseer una cavidad bucal adecuadamente sonora, cuerdas vocales fuertes, pulmones y diafragma sanos y debidamente entrenados para jugar con el ritmo respiratorio, nunca debe dejar de capacitarse para tener una cultura que le permita desenvolverse con seguridad.
El locutor debe conocer, asimismo, todos los procesos que se siguen para poner en marcha una empresa radial. Debe saber cómo se preparan los libretos, cómo se edita un comercial o un programa, debe saber cómo se maneja la consola, dirige programas, cómo hacer entrevistas, tanto en la cabina como en el campo, cómo grabar cuñas, narrar noticias, actuar como moderador etc. para comprender mejor el trabajo de todos sus compañeros y realizar mejor su labor.
La personalidad del comunicador debe estar abierta a la crítica, no cerrase en la cabina, tiene que saber escuchar o por lo menos saber leer la opinión de los demás, debe mantener la ecuanimidad por sobre todas las cosas. Asimismo, quien use este medio electrónico, debe tener el valor de dejar sus problemas personales fuera de la cabina. Debe demostrar que tiene interés por hablar pero también disposición para dejar que hablen los demás. No está bien que se parcialice con una causa política o religiosa, eso es tan negativo como burlarse del sujeto a quien se entrevista. Su trabajo debe mantenerse dentro del respeto y la ética.
El locutor debe tener un estilo propio y no ser esclavo de la imitación. Por más que su estilo sea chacotero es recomendable que lo conserve para que el oyente lo identifique fácilmente.
La responsabilidad no es solo de los locutores sino también de los propietarios porque, al fin de cuentas, son ellos los que toman las decisiones, ya sea en la contratación del personal y en la selección de los contenidos. Son ellos los que hacen y deshacen en sus empresas. No obstante, sería bueno recordarles que si bien es cierto ellos son los responsables de la conducción de sus empresas, pero no son dueños de las frecuencias, son solo concesionarios, con derechos y obligaciones establecidas por ley. Los propietarios de los medios deben saber que como empresarios ofrecen un servicio público a la sociedad y tienen la obligación moral de contratar al personal idóneo que respete la honra personal y al tejido social en su conjunto, evitando de caer en discriminación y exclusión social.
Por eso, de manera correcta se ha establecido que las licencias deben ser renovadas cada 10 años. Ni siquiera el gobierno es dueño de estas frecuencias, la única propietaria es la nación en su conjunto, es decir todos nosotros.
Desde que apareció el hombre actual hace unos 40 mil años, (El de Neandertal lo hizo hace 500 mil años), tuvo que agudizar su ingenio para sobrevivir. Por instinto o por razonamiento se vio en la necesidad de desarrollar códigos para comunicarse. En general, toda la especie animal necesitó de una forma de comunicación para sobrevivir de acuerdo a las leyes de la naturaleza, pero leyes al fin.
En los albores de la humanidad, el hombre se comunicaba a través de gritos, gestos y mímicas, pero siempre a distancias muy cortas, es decir cara a cara. Quizás por eso se entendió mejor con sus congéneres y no como ahora que, con tanta tecnología, se entiende menos.
No olvidemos que el hombre fue el único ser viviente que desarrolló la palabra y tantas lenguas como lugares pobló. Según las Naciones Unidas existen en el mundo alrededor de 6,700 lenguas. Estoy seguro que si todos los humanos hubiéramos desarrollado un solo idioma universal nos entenderíamos mejor y seguramente hubieran disminuido nuestros conflictos a lo largo de la historia.
No obstante, es en las comunicaciones donde el hombre experimentó más, desarrollando asombrosos aparatos. Sigue sembrando antenas y lanzando satélites.
Hoy en día, el jefe de una empresa ya no tiene necesidad de moverse de su oficina para manejar toda la organización, ni siquiera de levantarse de su asiento, le basta con coger el teléfono o encender su computadora para dar directivas a todas las oficinas de su empresa. Y, si está en la calle le basta utilizar su celular para dar instrucciones. Las transacciones bancarias se hacen digitalmente y las conferencias y dictados de clases en plena pandemia, pueden hacerse a través del zoom.
Antes, los jóvenes arreglaban sus conflictos de amor por carta, ahora lo hacen a través de su teléfono celular. Ni qué decir de las parejas de esposos, sus problemas ya no los solucionan en la alcoba, ahora lo hacen enviándose textos electrónicos. “Contigo, a la distancia”, como dice el viejo bolero.
El afán por hacer desarrollar las comunicaciones es innato en el hombre. Desde el momento en que se dio cuenta que sus gritos y silbidos no le servían de mucho para satisfacer sus necesidades de comunicación a distancia, no paró un solo segundo para crear nuevas formas.
La Biblia consigna que Moisés condujo a los judíos en su huida a Egipto a través de mensajes hechos con fuego y humo. Otras comunidades utilizaron espejos, tambores, banderas y cornetas, para extender sus comunicaciones a lugares cada vez más alejados.
El Rey persa Darius (522 AC) derrotado por los griegos en Maratón, enviaba noticias a las provincias de su imperio colocando en las alturas de las montañas a hombres poseedores de las voces más potentes y así formar una inmensa cadena de comunicación.
En el medioevo, los reyes se comunicaban a larga distancia enviando mensajeros que devoraban distancias llevando las cartas secretas que el monarca las escribía de puño y letra y luego de firmarlas las lacraba y sellaba con su anillo. Lamentablemente, a veces, estos mensajeros no volvían porque el texto no era del agrado del destinatario y los mandaba ejecutar. Claro que era una manera poco cortes de responderle al remitente, pero esa era lamentablemente la costumbre. Los romanos fueron más allá, devolvían la cabeza del mensajero en una fuente.
Los incas, eran más civilizados que los antiguos europeos porque, para enviar sus quipus a los cuatro suyos, contaban con un eficiente grupo de chasquis integrado por jóvenes que eran seleccionados en reñidas competencias de velocidad y resistencia. Mediante esta modalidad, el inca, que vivía en Cusco, se daba el lujo de saborear en el almuerzo productos de mar frescos pescados en el día.

En Europa hubo un tiempo que se puso de moda el uso de palomas mensajeras. Lamentablemente estas fieles aves a veces no regresaban porque se encontraban con algún arcabucero de buena puntería.
En Perú, en la época de los virreyes, las campanas de los templos de Lima, Cajamarca, Cusco, Huamanga y otras ciudades, repicaban no solamente para invitar a misa, sino para anunciar que algún vecino notable había fallecido. En la Capital, anunciaba que estaba llegando un barco al puerto del Callao o el ejército enemigo se aproximaba. Y, para cada caso, el campanero tenía un toque especial. El tañido más sentido era el repique, anunciando el deceso de un vecino.
En la Lima antigua había otras formas de comunicación muy populares. En “Las tradiciones Peruanas” el renombrado escritor apurimeño, pero que nunca quiso revelar el lugar de su nacimiento, Ricardo Palma cuenta que el pregón de la lechera anunciaba que ya era las seis de la mañana. La tisanera y la chichera pregonaban a las siete en punto, el bizcochero y la vendedora de leche cuajada a las 8 y la tamalera a las diez. A las once de la mañana pasaban la melonera y la mulata que vendía ranfañote, cocada, bocado del rey, chancaquitas de cancha y de maní y frejoles colados. Y a las cuatro se aparecía la vendedora de sanguito de ñajú y choncholíes.
En los albores de la República, el pescador José Olaya Balandra se convirtió en mártir de las comunicaciones llevando mensajes a nado entre Chorrillos y el Callao, hasta que fue descubierto, apresado y sentenciado a muerte por fusilamiento por negarse a revelar los nombres de los patriotas que se organizaban para consolidar la independencia del Perú, no sin antes responderles a sus inquisidores:
“Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar a los patriotas o traicionar a mi Patria”
En toda época, las comunicaciones fueron parte de la vida del hombre, con mayor razón hoy y sobre todo en una de sus formas más clásicas: la publicidad, cuya tarea esencial es transmitir un beneficio al consumidor pero que, lamentablemente, en la mayoría de los casos sirve para crear necesidad y generar hábitos de consumo.
Lo lamentable es que no podemos prescindir de ella. Si queremos abrir una tienda, un cafetín, una lavandería o cualquier boliche, en lo primero que pensamos es cómo hacer conocer nuestro local. Puede ser a través de avisos contratados en la radio, en un diario, en la televisión o simplemente colocando un cartelito en la vitrina del negocio que diga “Abierto”
Siempre habrá necesidad de hacer publicidad si queremos que la gente se entere que nuestra empresa empezó a funcionar. Y si por desgracia entramos en bancarrota y queremos cerrarlo, igualmente, tendremos que colocar otro cartelito que diga; “Cerrado, estamos en liquidación”
La publicidad está pues metida en todo, hasta en la sopa. Esto no es una exageración, si un fabricante quiere hacer conocer su producto tiene que hacer publicidad. Y si tiene una empresa de servicios, tiene que hacer publicidad. Si una persona quiere casarse la obligarán a publicar un edicto matrimonial, si se divorcia, igual. Y si por desgracia se muere, seguramente que nuestro su nombre aparecerá en la página de defunciones del diario. En este caso, lo bueno es que ya no se preocupará por el pago del aviso.
Como ven, la publicidad está metida en todo. Seguramente que muchos de los que están leyendo estas líneas, en su niñez, consumieron los famosos alimentos Gerber y, a medida que fueron creciendo, sus mamás les empezaron a dar una suculenta sopa de letras marca Nicolini, “de alto contenido proteico y vitamínico”. A lo mejor no era tan cierto, pero al menos practicaban el abecedario.
Por la importancia que tienen, cada 17 de mayo, se celebra el Día Mundial de las Comunicaciones como un homenaje a la creación en París (1865) de la Unión Telegráfica Internacional, donde también se aprobó el primer tratado telegráfico de alcance mundial, doce años después que se tendiera el primer cable submarino entre Escocia e Irlanda.
A fines del Siglo XIX se crea la Unión Radiotelegráfica Internacional y en 1932, en Madrid, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para fusionar la Unión Telegráfica Internacional y la Unión Radiotelegráfica Internacional.
Los fabricantes siguen desarrollando nuevas tecnologías para facilitarle al hombre moderno una comunicación más eficiente y rápida, porque no hay que olvidar que también vivimos en la era de la velocidad.
Así es, ¡Increíble! la velocidad también está metida en nuestras vidas. En el pasado no importaba que las pirámides de Egipto, la muralla China o la iglesia de la Sagrada Familia, en Barcelona, se construyeran en cientos de años, con tal que se hagan bien, ahora, los edificios se construyen en solo meses porque, como nunca, el tiempo es oro.
Las grandes cadenas de tiendas y almacenes se lamentan más por el retraso en la inauguración de un local, que por las deudas. No dejan de tener razón porque la demora en la construcción de un nuevo local, hace que la empresa deje de ganar miles de dólares.
En las actividades bursátiles la cosa es peor. En algunas bolsas del mundo están obviando de los corredores o agentes, como quieran llamarlos, tal como ya sucede en el Asia donde solo por razones de velocidad miles de inversionistas han despedido a sus corredores. En la china ya se puede colocar órdenes en forma directa en unidades de transacción computarizadas para facilitar la compra y venta de acciones a sabiendas que en solo segundos pueden ganar mucho dinero, como también, si la suerte y su intuición les fallan, pueden irse a la bancarrota más rápido de lo que canta un gallo.
Los negocios dependen mucho de la velocidad de rotación del dinero y, quien no se anima a entrar en esa alocada carrera, tendrá que resignarse a observar a sus competidores corriendo solos.
Ya pasó a la historia aquel viejo dicho: “Quien apurado vive, apurado muere”, porque hoy quien no corre, pierde. Por eso los autos, los aviones y hasta los barcos van a más velocidad y también los fabrican a más velocidad. En el siglo pasado se decía: El que no corre, vuela. Ahora debería añadirse: “del mercado”.
Del mismo modo, hasta hace poco las comunicaciones fueron consideradas como un arte, donde reinaba “su majestad: la palabra”. Hoy es una ciencia sociológica que va a gran velocidad y su principal función es hacer más ágil y fácil la vida del hombre. Lo que no fue fácil fue llegar a este desarrollo. Cientos de estudiosos tuvieron que quemarse las pestañas para inventar un sistema que permita las comunicaciones a distancia.
Y así aparece la radio, el maravilloso aparato que entretiene, informa y une a la gente. Fueron varios los científicos que se adjudicaron su paternidad, entre ellos Guglielmo Marconi, nacido en Bolonia-Italia.
Marconi logra patentarlo como “Sistema de telegrafía inalámbrica”. Eso mismo hacen Nikola Tesla en San Luis, Missouri EEUU y en San Petersburgo (Rusia), Alexander Spánovich Popov.
A este sistema se le denominó “Telecomunicación”, que viene del griego Tele que significa distancia e involucra a toda la comunicación a distancia.
En 1895 el ruso Popov presentó un receptor para captar ondas electromagnéticas. Un año después hizo la primera transmisión del primer mensaje telegráfico a una distancia de 250 metros entre dos edificios de San Petersburgo.
Guglielmo Marconi, luego de estudiar las experiencias de sus antecesores, siguió su experimento sin descansar ni un solo día. Juntó el invento de Hertz, la antena del ruso Popov y el cohesor de Branly y logró hacer “hablar al éter” emitiendo la señal a un kilómetro de distancia.
Luego de estas demostraciones, Marconi alcanzó tanta fama que todo el mundo hablaba de su invento. En 1909 la real Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Física. Inmediatamente después puso la primera fábrica de equipos para la transmisión sin hilos, empleando a más de cincuenta técnicos y convirtiéndose en un importante proveedor.
En 1920 la Westinhouse estableció en Pittsburg la primera estación radiodifusora comercial, la KDKA. Con ello la radiotelegrafía pasó a ser radiotelefonía. Entretanto, Thomas Alva Edison, que se había empleado como telegrafista en una de las compañías que ofrecía este servicio, siguió experimentando en el fascinante mundo de las ondas radioeléctricas, donde parecía no cansarse nunca.
–El genio es diez por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración – decía.
A diferencia de Marconi, Edison se hallaba más preocupado en crear un aparato capaz de grabar las vibraciones sonoras ya que, antes de él, otros habían logrado registrar sonidos en cilindros de cera, pero lo que aún no se había logrado hacer era reproducirlos. Edison lo logró.
Finalmente demostró su invento haciendo cantar a uno de sus empleados. Al escuchar la reproducción, a pesar que no tenía buen sonido y el empleado tampoco era un buen cantante, los asistentes quedaron maravillados. Así nació el fonógrafo.
Sin embargo, de acuerdo a un descubrimiento hecho últimamente por un grupo de investigadores estadounidenses en París, se dice que la grabación más antigua del mundo fue hecha por el francés Eduard Leon Scout, 17 años antes de la efectuada por Alva Edison (1860). Se trata de una canción en francés “A la luz de la luna” del Siglo XVIII, de autor anónimo.
En 1943, ocurrió un hecho curioso, cuando Tesla ya había fallecido, la Corte Suprema de Estados Unidos le restableció la patente que le había arrebatado Marconi. Sin embargo la noticia no tuvo mayor trascendencia.
Al margen de estas disputas, el mundo vivía maravillado por la invención de este sistema que permitía enviar sonidos mediante la modulación de ondas electromagnéticas capaces de propalarse por el aire y hasta por un espacio vacío. La gente estaba embelesada con las primeras transmisiones que se hacían en vivo de los conciertos que se presentaban en los grandes teatros.
Por un buen tiempo, todo parecía maravilloso hasta que la radio cayó en manos de gobiernos totalitarios que la empezaron a utilizar como un medio de manipulación, difundiendo propaganda política. Un ejemplo nefasto de este aprovechamiento se dio en Alemania, cuando Hitler nombró como Ministro de Propaganda a Joseph Paul Goebbels, un despiadado acusador de los opositores del Führer, a quienes los desacreditaba con su oratoria mordaz, utilizando este medio.
Goebbels fue el creador de la propaganda radial en Alemania, conocida como “la propaganda negra”, basada en el axioma “una gran mentira repetida acaba por convertirse en una gran verdad”, que luego se derivó en la frase “Miente, miente que algo queda”.
Goebbels se convirtió en el personaje de más poder del llamado anillo de hierro de Hitler. A través de la radio despotricaba contra las familias judías, las insultaba y degradaba y prohibió a la población alemana escuchar emisoras extranjeras.
Mientras las SS perseguían a los judíos, Hitler, no desaprovechaba la oportunidad para difundir su ideología por radio:
–La propaganda nos ha llevado hasta el poder, nos ha permitido conservar ese poder, también nos concederá la posibilidad de conquistar el mundo – decía.
La historia no registra peor utilización de los medios de comunicación que en la época del hitlerismo, basada en el miedo y la mentira, con el único propósito de crear una leyenda alrededor de su líder y degradar la condición humana de los judíos y los gitanos. Tampoco se conoce de mensajes tan fanáticos difundidos a través de la radio, para vergüenza y espanto del mundo.
En Italia, la radio también estuvo al servicio de la dictadura fascista. Tras abolir la libertad de prensa, los partidos políticos y los sindicatos, Benito Mussolini nombró como Ministro de Prensa y Propaganda a su yerno Galeazzo Ciano para desacreditar y demoler a sus opositores y, al mismo tiempo, atemorizar a la población fomentando la violencia y creando un enemigo imaginario, nacional o internacional, y así lograr la unidad de la población.
En España, el dictador Francisco Franco, quien se había hecho del poder con el apoyo de Mussolini, también se valió de las ondas de radio para desprestigiar a sus enemigos. Decía que la radio era “el periódico sin fronteras”. Por esa razón, lo primero que hizo fue someter a las empresas privadas de radiodifusión a una censura previa, ejercida a través de las llamadas jefaturas de propaganda. Los españoles estaban obligados a escuchar en sus receptores sólo la versión unilateral del gobierno a través de Radio Nacional de España (RNE) en poder del estado. Para evitar que se escuche emisoras del extranjero, se creó el Servicio de Interferencia Radiada y se restringió la libertad de expresión.
El dictador, quien se hacía llamar “el caudillo”, no admitía que ningún artista cante la música que él no quería escuchar. Cuando Serrat empieza a cantar en español los poemas de Machado, para apoyarlo por los ataques del franquismo, las radios españolas censuraban sus canciones. Y cuando el cantante se hallaba de gira por México fue comunicado que estaba impedido de volver a España por criticar al régimen franquista que días antes había condenado a muerte a un grupo de militares por no estar de acuerdo con la dictadura.
Mientras Serrat era perseguido, Raphael se convirtió en el niño mimado de Franco. Carmen Polo, esposa del dictador, lo aplaudía desde el palco del teatro Calderón cada vez que se presentaba sin cobrar un solo centavo para apoyarla en sus actividades de beneficio.
Los funcionarios del gobierno utilizaban la radio y la televisión, todavía en blanco y negro, hasta para hacer creer que “el caudillo” estaba bien de salud cuando en realidad se hallaba al borde de la muerte.
En Cuba, lo primero que hizo Fidel Castro, apenas asumió el poder luego de su triunfo en Sierra Maestra, fue poner en el aire una de las frecuencias de radio más potentes de América, Radio La Habana, que tenía el slogan “la voz del territorio libre de América” a través de la cual se difundía su ideología a nivel continental.
En el Perú, la historia de la radio se remonta a 1924, cuando gobernaba el presidente Augusto B. Leguía. Ese año se crea la empresa Peruvian Broadcasting Company (PBC), encargada de la explotación de la radiodifusión telefónica en calidad de exclusividad y con derechos para importar, vender y alquilar todo tipo de artefactos para la recepción de las ondas sonoras de radiotelefonía.
El 20 de junio de 1925, la PBC funda la primera estación de radio del Perú a la que se denominó OAX, la misma que estaba ubicada en la calle Washington. Fue inaugurada, como no podía ser de otra manera, por el mismo presidente Leguía. Hasta allí, parecía que todo iba a caminar a paso de polka, sin embargo, las ondas expansivas de la recesión mundial de 1930 que recién llegaban a las costas peruanas, arrasaron con la economía nacional. La crisis económica fue tan grave que se llevó de encuentro hasta al presidente Leguía. Una Junta Militar de Gobierno presidida por Luis Sánchez Cerro lo depuso y creó en 1930 el Tribunal de Sanción Nacional para investigar y castigar a todas las autoridades que se hubieran beneficiado indebidamente de los fondos públicos. Leguía, a pesar de hallarse muy enfermo es juzgado y encarcelado junto con sus hijos.
La radio OAX pasó al Ministerio de Gobierno y luego transferida a la Empresa Peruana de Radiodifusión. Como era de esperarse, la Marconi puso el grito en el cielo alegando que tenía un contrato con el gobierno de Leguía. Pero ya todo estaba consumado, en 1932 el Congreso Constituyente recusó y rescindió el contrato.
En enero de 1935 el Estado y la Marconi logran fumar la pipa de la paz y nuevamente se le otorga la administración de las comunicaciones del país. En reciprocidad la Marconi dona al Gobierno peruano modernos equipos para la OAX. De esa manera en enero de 1937 se convierte en OAX4A, Radio Nacional del Perú, fecha en que fue re-inaugurada por el Presidente Oscar R. Benavides. A partir de ese momento recién se otorgan licencias a varias empresas privadas.
En 1968 asumió el poder el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada encabezada por el Gral. Juan Velasco Alvarado, y entre las medidas totalitarias que implantó, confiscó las principales cadenas de radio, los diarios y la televisión. Se creó una oficina central de informaciones para la propaganda en favor de la dictadura. Y cuando Fidel Castro retornaba de Chile luego de visitar al presidente Salvador Allende y hace una escala técnica en Lima, Velasco se fue al aeropuerto y aprovechó la oportunidad para mostrarle la nueva ley de telecomunicaciones, como diciéndole que su revolución no andaba con rodeos.
En cambio, Alberto Kenya Fujimori, no tuvo necesidad de confiscar los medios para ponerlos a su servicio, porque a través de su asesor de inteligencia Vladimiro Montesinos, que manejaba cientos de millones de dólares del estado, compró las líneas editoriales de muchos medios y conocidos comunicadores.
Fujimori y Montesinos, este último apodado “El Rasputín peruano”, acusado y castigado por traición a la patria, se apoderaron de la llamada prensa chicha, la televisión y gran parte de la radio, para destruir a sus opositores, crear cortinas de humo, atemorizar a la ciudadanía, chantajear a los políticos y perseguir a los periodistas independientes. No satisfechos con eso, utilizaron a la Sunat (Recaudadora de impuestos) para tener del cuello a los empresarios y profesionales considerados como enemigos, y favorecer a los que estaban en una lista de intocables.

El 5 de abril de 1992, en una presentación televisiva Fujimori da a conocer su decisión de “Disolver…Disolver, el parlamento”, conculcando a su vez las libertades. A partir de ese momento utilizó fondos públicos para sobornar a todos los que pudo. Lo hacía a través de su asesor, porque este sabía de qué pie cojeaban los adversarios del régimen, interceptando las llamadas telefónicas y colocando micrófonos en todas partes. En una sala especialmente acondicionada en el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) grababa todas sus entrevistas personales, especialmente aquellas donde hacía las entregas de sobornos a políticos, ejecutivos de la televisión y todas aquellas personas influyentes que estuvieran dispuestos a ponerse al servicio del Gobierno.
En una demostración de poder, Montesinos tuvo el desparpajo de hacerles firmar una carta de sujeción a los altos oficiales del ejército, escenas que fueron filmadas también por órdenes suyas y filtradas luego a la televisión para vergüenza de los militares honestos.
Pero, como no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, descubierta la mafia que existía en el gobierno, que empezó con la revelación en 1999 de una millonaria cuenta de Montesinos en el Banco Wiese, que la funcionaria Roxana Hass tuvo la valentía de fotocopiar para entregárselo a su cuñado Jorge del Castillo, el andamiaje de la dictadura se vino abajo porque Del Castillo, puso esta valiosa información en manos del periodista César Hildebrandt para que lo publicara en el diario “Liberación”.
Pero esto no fue lo único que salió a luz, también se reveló el hallazgo de un cargamento de cocaína en el avión presidencial. Y, lo que colmó el vaso de agua, fue la difusión de un video donde se veía al congresista tránsfuga Alberto Kouri recibiendo una montaña de billetes a cambio de su lealtad a la dictadura.
Fujimori, al verse acorralado aprovecha una reunión de mandatarios en Brunei, en noviembre del 2000, para renunciar a la presidencia por fax y fugar al Japón, porque allí tenía protección por su doble nacionalidad. En Tokio alquiló un departamento de 10 mil dólares mensuales en uno de los barrios más caros, donde vivía con más comodidades que el propio emperador, hasta que por un error de cálculo, a pesar de vanagloriarse de ser un experto matemático, decide viajar a Chile, aprovechando que en ese momento las relaciones con Perú no pasaban por su mejor momento, con la seguridad que las autoridades chilenas lo iban a recibir con flores y los brazos abiertos en agradecimiento a algunos favores recibidos, como el haberle permitido a Lucchetti la instalación de una fábrica en una zona intangible de los Pantanos de Villa. Craso error, porque Michelle Bachelet, más cercana a Alan García, en ese entonces, que a Fujimori, lo puso en manos del Poder Judicial, cuyos magistrados, actuando de acuerdo a ley, ordenaron su inmediata reclusión en una gendarmería. Y luego de someterlo a juicio, lo extraditaron a Perú. Fue sentenciado por crímenes de estado y lesa humanidad a 25 años de cárcel.
Y no solo eso, en Chile, Fujimori cometió otro error matemático garrafal: postular a una curul en el parlamento japonés, prometiendo como todo un caradura “dar su vida por esa nación”. Como los electores japoneses no estaban dispuestos a soportar una burla de tal magnitud, no lo eligieron.
Con semejantes errores de cálculo, seguramente que hasta Baldor se habrá tapado la cara de vergüenza en su tumba.
En Venezuela, el mandatario Hugo Chávez, luego de mofarse de todo el mundo, desde organizaciones periodísticas de EEUU y Europa, la OEA, la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), hasta mandatarios de muchas naciones democráticas, no le renovó la licencia de funcionamiento a Radio Caracas Televisión, como castigo por haber criticado su política de estatizaciones, como primer paso para convertir los medios en instrumentos de control social y avanzar en su proyecto socialista del Siglo XXI. Chávez, no solamente le quitó la licencia a RCTV, uno de los pocos medios de oposición, sino que también le confiscó sus bienes, mandó a la calle a sus trabajadores y puso en esa frecuencia la señal de otra televisora, controlada por él.
Finalmente, les quitó la licencia a todas las radios que no eran de su simpatía.

Pero, no solo el poder político siente un voraz apetito por engullirse a los medios de comunicación, sucede lo mismo con los grupos de poder económico, porque saben que quien tiene las comunicaciones en sus manos, tiene al mundo a sus pies. Con esta poderosa arma a su disposición están en capacidad de hacer lo que les viene en gana, desde derrocar a aquellos jefes de estado que no actúen de acuerdo a sus intereses.
Pueden tergiversar los hechos para manipular a la opinión pública, unas veces minimizando lo que no es de su interés para evitar la reacción de la sociedad y otras veces convirtiendo un hecho intrascendente en un escándalo. Pueden hacer de un cualquiera un héroe o convertir a un brillante político en un payaso, un charlatán y hasta en un chiflado.
Esos mismos grupos que controlan la información y la economía, también lo hacen con la educación y la vida misma de las personas. Mediante encuestas o “putiencuestas” como las califica César Hildebrandt, en su columna periodística, saben cómo convencer a las masas y a los políticos. Y, claro, logrado el propósito, solo tienen que repetir esas encuestas una y mil veces hasta que calen en lo más hondo de la conciencia pública.
Por eso, los ciudadanos debemos abrir bien los ojos para saber qué hay detrás de esas campañas porque, muchas veces, cuando se enarbolan las banderas de la libertad de prensa, es solo para salvaguardar los intereses empresariales.

En los EEUU, ya existe preocupación por el manejo de los medios porque determinados grupos económicos tienen el control de las tres más grandes cadenas de televisión, que a su vez están unidas por un mismo cordón umbilical. Esto no tendría nada de malo si estas empresas no serían las principales donantes de los partidos políticos. Y cada cadena, a su vez, maneja una red de otros medios.
En 1922, luego de intensos debates en los EEUU, por la importancia que tenía como un servicio a la sociedad, la radio se hace comercial, autorizándose la emisión de mensajes publicitarios y programas. En un principio, solo para narrar determinadas historias y leer algunos textos de interés cultural, pero con ciertas limitaciones.
En Chile, la primera emisión radial fue el 19 de agosto de 1922, con la transmisión de la marcha de la primera Guerra Mundial “I’ts a long way to tiperary”, así como un comentario del periodista Rafael Maluenda del diario El Mercurio y un tema interpretado en violín. El 26 de marzo de 1923 se inauguró radio Chilena, en el décimo piso del edificio Aristía. A partir de ese momento se dio inicio a una interminable cadena de inauguraciones.
Por la importancia que alcanzó en la opinión pública, los militares se interesaron por la radio y en 1932 el General Carlos Ibáñez Del Campo emite un dispositivo, mediante el cual todas las informaciones debían ser revisadas antes de su transmisión por un comité de censura. Tras el golpe militar del 4 de junio, Marmaduke Grove instala un gobierno socialista y lo primero que hace es ordenar el funcionamiento de una radioemisora en Palacio de La Moneda, desde donde se lanzaba diatribas contra la oligarquía y loas en favor del socialismo.
Otra etapa negra se vivió en el régimen totalitario de la Junta Militar encabezada por el General Augusto Pinochet. Quien no recuerda esa dolorosa transmisión de la toma de Palacio, donde el presidente Salvador Allende prefirió quitarse la vida antes de caer en manos de la dictadura. Luego vino la persecución de miembros de la oposición y el silenciamiento de todas las voces que se alzaban en contra del régimen de facto, donde no solo se apresó sino también asesinó a hombres vinculados a la prensa y al arte, como ocurrió con el cantautor Víctor Jara, fusilado en el Estadio Nacional a los 41 años, acribillarlo con 44 disparos luego de destrozarle la mano con la culata de un fusil.
En todos los tiempos, los dictadores, de derecha e izquierda, lo primero que hicieron al asumir el poder, fue controlar los medios, Por las buenas o por las malas, terminan por arrinconarlos, empezando por los más importantes, porque los más pequeños se regulaban solas, por temor.
Pero, así como soportó días difíciles, la radio también disfrutó de grandes momentos, llevando a los hogares excelentes transmisiones. Luego de este invento maravilloso, todos tuvimos algo que ver con la radio. Particularmente yo me siento feliz por haber disfrutado de este medio como oyente y como conductor. Me siento satisfecho de haber trabajado en importantes emisoras en la época más brillante de este sorprendente medio de comunicación. Y si algo tendría que decirles a quienes siguen en esta actividad es que trabajen pensando en los oyentes y jamás en el interés propio. Que sean objetivos, imparciales y honestos. Que piensen en el país y defiendan por sobre todas las cosas la verdad por más que esto signifique perder el puesto. Más vale vivir con dignidad que atrapado en el círculo vicioso de los intereses de los grupos de poder.

Una respuesta to “El poder de los Medios de Comunicación.”

  1. Pedro J. Sánchez Gamboa Says:

    Admirado, como profesional del medio, por todo el valiosísimo contenido. Agradecido me será muy util.

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